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¿Cuándo es saludable el miedo?

¿Cuándo es saludable el miedo?

Ronald Rolheiser | En el Exilio
Honramos a Dios no al vivir con miedo de ofenderle, sino empleando reverentemente la maravillosa energía que Dios nos da. Dios no es una ley que deba ser obedecida, sino una gozosa energía en la cual ocuparnos generativamente.  

Alegrarse con los demás

Alegrarse con los demás

Eliana CevallosLa alegría del amor
Siguiendo las reflexiones sobre la familia que propone el Papa Francisco en su exhortación apostólica, nos encontramos con este título. Sin duda, una síntesis de muchas otras aptitudes que hemos venido comentando a propósito del amor en el matrimonio.

Rendirse al amor

Rendirse al amor

Quizás todas las invitaciones que Jesús nos hizo puedan ser resumidas en una sola palabra: rendición. Necesitamos rendirnos al amor. Pero ¿por qué es difícil? ¿No debería resultar lo más natural del mundo?

¡Una sola frase lo dice todo!

¡Una sola frase lo dice todo!

Nos has hecho para ti, Señor, y nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en ti. Ninguna frase, fuera de la escritura, me ha hablado nunca de manera tan poderosa, persistente y sugerente como esa frase de san Agustín. En esencia, es la historia de la vida de Agustín y también la historia de cada una de nuestras propias vidas.

La dos caras de la hipocresía

La dos caras de la hipocresía

¡Qué sutil es la hipocresía! Qué fácil es no ver nuestras propias incoherencias, aunque veamos tan nítidamente los defectos de los demás. ¿Estamos obstinadamente ciegos, o es que simplemente no vemos? ¿Es un problema moral o visual? Veamos estos ejemplos:

El permiso de Dios para la fatiga humana.

El permiso de Dios para la fatiga humana.

Alguien preguntó una vez a Teresa de Lisieux si estaba mal dormirse mientras se rezaba. Ella respondió: En absoluto. Un niño pequeño es igualmente agradable a sus padres, despierto o dormido – ¡probablemente más cuando duerme!

Renunciar al miedo

Renunciar al miedo

Un amigo mío cuenta esta historia: Era hijo único. Cuando se acercaba a los treinta años, aún soltero, cursando brillantemente una carrera y viviendo en la misma ciudad que sus progenitores, su padre murió, dejando a su madre viuda. Esta, que había centrado su vida en su familia y en su hijo, quedó comprensiblemente desolada. Gran parte de su mundo se derrumbó; había perdido a su esposo… pero aún tenía a su hijo.

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