O dejamos de orar o dejamos de pecar y racionalizar. ¡El mayor peligro moral en nuestra vida consiste en que, lamentablemente, dejemos de orar!
O dejamos de orar o dejamos de pecar y racionalizar. ¡El mayor peligro moral en nuestra vida consiste en que, lamentablemente, dejemos de orar!
Es común, especialmente entre autores religiosos, describir el corazón humano como chiquito, estrecho y mezquino: “¡Cuidado que somos estrechos de miras y mezquinos!”
En un libro sobre predicación titulado “Diciendo la Verdad”, Frederick Buechner reta a todos los predicadores y escritores espirituales a hablar con “tremenda honestidad” sobre la lucha y esfuerzo humanos, aun dentro del contexto de fe.
¿Soy feliz? Mi vida, ¿es una vida feliz? ¿Soy feliz en mi matrimonio? ¿Me siento feliz con mi familia, en mi trabajo, con mi iglesia? ¿Dentro de mi propio pellejo, me siento feliz?
El relato de la Última Cena en el evangelio de Juan nos proporciona una maravillosa imagen mística. El evangelista describe al “discípulo amado” reclinándose sobre el pecho de Jesús.
A punto de cumplir 75 años, el famoso novelista australiano Morris West escribió una serie de ensayos autobiográficos, titulada: “Una Vista Panorámica desde la Cumbre”. En el prólogo de ese libro West indica que a los 75 años necesitas tener solamente una palabra en tu vocabulario espiritual, gratitud…
Siempre es arriesgado intentar usar una novela para tratar de promover, aunque sea de modo sutil, alguna idea política o religiosa.
Cuando esté imitando auténticamente a Cristo, me sentiré «débil» de la misma manera que Cristo se sintió débil.
Llamar a algo propiamente por su nombre es también una forma de oración. Jesús llamó a esto ‘leer los signos de los tiempos’.
Es difícil dar la talla, nunca hacemos lo suficiente, y lo que hacemos nunca lo hacemos bien del todo.
Con frecuencia encontramos dentro de los círculos eclesiales más ira y quejas que alegría.