El problema en el mundo y en las iglesias -sugiere Jim Wallis- es que, constantemente, los conservadores se equivocan, y los liberales (por sobre- reacción a los conservadores) entonces no lo hacen de ninguna manera.
El problema en el mundo y en las iglesias -sugiere Jim Wallis- es que, constantemente, los conservadores se equivocan, y los liberales (por sobre- reacción a los conservadores) entonces no lo hacen de ninguna manera.
Simone Weil comentó una vez que hoy no vale ser simplemente santo; más bien “debemos profesar la santidad que demanda el momento presente”. Tiene razón en esa segunda premisa; necesitamos santos cuyas virtudes digan algo a los tiempos.
Cada año, escribo una columna compartiendo con los lectores el título y una breve sinopsis de los diez libros que más me impresionaron ese año. Ocasionalmente, sin embargo, juzgo que un libro es suficientemente excepcional como para merecer su propia columna. El nuevo libro de Robert Ellsberg Un Evangelio viviente: leyendo la historia de Dios en vidas santas es un libro así.
Mientras crecía como católico romano, al igual que el resto de mi generación, me enseñaron una oración llamada Acto de contrición. En aquel momento, todo católico tenía que memorizarlo y recitarlo durante o después de la confesión. La oración comenzaba de esta manera: Oh, Dios mío, me pesa de haberos ofendido y detesto todos mis pecados porque temo la pérdida del cielo y las penas del infierno. …
La cuestión de la intercomunión en nuestras iglesias hoy es ardua, importante y dolorosa. Tengo suficiente edad como para recordar otro tiempo, propiamente recordar otros dos tiempos.
Ninguna comunidad debería descuidar sus muertes. Mircea Eliade escribió esas palabras, y son un aviso: Si no celebramos convenientemente la vida de alguien que nos ha dejado, cometemos una injusticia con esa persona y nos privamos de alguno de los dones que nos dejó en herencia.
Hoy ya no entendemos el valor y el poder del ritual. Eso es más que una pérdida individual. Es el aire cultural que respiramos. En palabras de Robert L. Moore, hemos andado ritualmente “duros de oído”. Los efectos de esto se pueden ver por todas partes.
Lo que descansa más profundo dentro de la fe auténtica es la verdad de que Dios es el objeto de todo deseo humano, sin importar qué terreno y pecaminoso pudiera a veces parecer ese deseo. Esto implica que todo lo que deseamos se contiene en Dios.
Hace varios años, la película Argo ganó el premio de la Academia como la mejor película del año. Gocé de la película en lo que fue un buen drama, drama que mantenía a su audiencia en verdadero suspense aun cuando proporcionaba algo de humor y bromas de manera discreta. Pero no estuve de acuerdo con varios aspectos del film.
Recientemente, dirigí un retiro de una semana para sesenta personas en un centro de renovación. En conjunto, fue muy bien, aunque idealmente pudo haber ido mejor. Podría haber ido mejor si, previamente al retiro, hubiera tenido más tiempo para prepararlo y más tiempo para descansar, de modo que hubiera llegado al retiro bien descansado, lleno de energía y capaz de dar a este grupo mi total e indivisa atención durante siete días.
Christian de Cherge, el abad trapense que fue martirizado en Argelia en 1996, cuenta esta historia de su Primera Comunión. Él creció en una familia Católica Romana en Francia, y el día de su Primera Comunión dijo a su madre: “No entiendo lo que voy a hacer.” Ella respondió sencillamente: “Está bien, no tienes por qué entenderlo ahora; lo entenderás más tarde.”