Cristo y la naturaleza
Hoy, numerosos grupos y personas están desafiándonos respecto a nuestra relación con la madre tierra. Desde Green Peace, desde varios grupos medioambientales, desde diversos grupos cristianos y otros grupos religiosos, y desde diferentes voces individuales, viene el desafío de ser menos ciegos, menos irreflexivos y menos temerarios sobre la manera de relacionarnos con la tierra.
Nuestras fantasías
Una buena parte de nuestras vidas se satisface fantaseando, aunque, ciertamente, pocos de nosotros admitimos eso, e incluso menos de nosotros confesarían los contenidos de esas fantasías. Nos avergüenza admitir cuánto nos evadimos a la fantasía, y nos avergüenza más revelar el contenido de esas fantasías.
Nuestros ojos como ventanas a nuestras almas
Casi todos nosotros nos preocupamos del envejecimiento, especialmente de cómo afecta a nuestros cuerpos. Nos preocupamos por las arrugas, las bolsas de los ojos, la grasa de la edad madura y la pérdida de cabello allí donde queremos tenerlo, o por tenerlo donde no lo queremos.
El lado positivo de la melancolía
Normalmente, a ninguno de nosotros le gusta sentirse triste, pesaroso o deprimido. Generalmente preferimos la luz del sol a la oscuridad, la jovialidad a la melancolía. Por eso, casi siempre hacemos todo lo que podemos para distraernos de la melancolía, para dejar los pesares y la tristeza acorralados. Tendemos a escaparnos de esos sentimientos que hay en nosotros y nos ponen tristes o nos asustan.
Buscando al único Dios en nuestras divisiones por denominación y fe
El camino a la unidad entre los cristianos radica en “cavar un pozo juntos”, esto es, en cada uno de nosotros, con nuestra propia tradición, convirtiéndonos más profundamente en el misterio de Dios y en todo que pide de nosotros. Cuando nos movamos más profundamente en el misterio de Dios, nos encontraremos más y más uno, como hermanos y hermanas en la fe.
La importancia de lo interior y privado
Nunca se nos puede desafiar demasiado fuertemente a comprometernos con la justicia social. Una clave, no negociable, que reclama venir del mismo Jesús es precisamente el desafío a dedicarse a los pobres, los excluidos, a los que la sociedad estima prescindibles.
El temor de Dios como sabiduría
¿Por qué ya no predicamos más sobre el fuego del infierno? Es una pregunta que frecuentemente se hacen hoy muchas personas religiosas sinceras a quienes preocupa que demasiadas iglesias y demasiados sacerdotes y ministros han suavizado el pecado y son super-generosos al hablar de la misericordia de Dios.
La verdadera tragedia del pecado
La verdadera tragedia del pecado es que, con frecuencia, aquel contra el que se peca se convierte al fin en pecador, infligiendo a otros lo que primero le infligieron a él. Hay algo perverso en nosotros, por lo cual, cuando pecan contra nosotros, tendemos a absorber el pecado, junto con la enfermedad de la que emanó, y luego combatir para no actuar de esa misma manera enferma.
Reticencia y secreto como virtud
En toda gente sana hay una natural reticencia a revelar demasiado de sí misma y una consiguiente necesidad de guardar secretas ciertas cosas. Demasiado frecuentemente juzgamos esto como una insana timidez o -peor- como ocultación de algo malo.
No tomar en serio la verdad
Puede resultar bastante descorazonador ver las noticias estos días. Nuestro mundo está lleno de odio, intolerancia, racismo y sobre-estimulada avaricia y ego. La brecha entre ricos y pobres está ampliándose, y el desatino, el sinsentido y la violencia acontecen diariamente. Uno vive con esperanza, pero sin mucho optimismo.
La cercanía de Dios
Existe hoy un creciente cuerpo de literatura que narra la experiencia de personas que estuvieron clínicamente muertas durante un periodo de tiempo (minutos u horas) y fueron reanimadas médicamente y vueltas a la vida.






