Liturgia Viva del XX Domingo del Tiempo Ordinario
He Venido a Traer Fuego
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Tenemos que correr con perseverancia
la carrera que hemos comenzado,
con nuestros ojos fijos en nuestra meta, Jesús.
Que él mismo, Jesús el Señor,
les dé esa fortaleza que ustedes necesitan
y que él esté siempre con ustedes.
Introducción por el Celebrante
Hoy el Señor nos interpela con estas preguntas: El amor de ustedes ¿es ardoroso? ¿Es ferviente su fe? — ¿Puede nuestra fe aceptar el que la contradigan o ridiculicen, sin reducirnos al silencio? Quizás estamos pasivamente resignados al mal en nosotros mismos y en el mundo, y no nos alzamos a favor de lo justo y lo bueno. Si amamos bastante al Señor, y a los hermanos, no toleraremos una paz fácil que adormezca nuestra conciencia. — En esta eucaristía pedimos al Señor el fuego y el ardor de su Espíritu.
Acto Penitencial
¿Dónde está el fuego de nuestro amor y de nuestra fe?
Examinémonos ante el Señor.
(Pausa)
Señor Jesús, tú viniste para traernos tu fuego:
Enciende en nosotros el fuego de una fe valiente.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú viniste para traernos tu fuego:
Enciende en nosotros un amor intenso
que se entregue generosamente a ti y a los hermanos.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú viniste a traernos tu fuego:
Que ese mismo fuego nos despierte
de nuestra indiferencia y de nuestros temores.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Perdónanos, Señor, porque hemos sido tibios.
Danos valor -sosegado pero eficaz-
para vivir profundamente nuestra fe
y para amar sin vacilaciones.
Y llévanos a la vida eterna.
Primera Lectura (Jer 38,4-6. 8-10): Un Profeta a Quien no Hay que Silenciar
Hubiera sido fácil para el profeta Jeremías permanecer en silencio. Pero el Espíritu le hizo interpelar a los líderes y decirles que estaban errados y que ellos le hacían sufrir por ello.
Segunda Lectura (Heb 12,1-4)
Nuestra fe debería ser suficientemente fuerte como para hacernos seguir a Jesús incluso cuando el camino de la vida sea tortuoso y nuestra fe sea puesta a prueba.
Evangelio (Lc 12,49-53): He Venido a Traer Fuego
La fe no le trae al discípulo de Jesús una paz tranquila y fácil, sino una fe con lucha, tensión y contradicción, porque el discípulo debe seguir al maestro por el camino de la cruz.
Oración de los Fieles
Pidamos a Jesús, el Señor, que colme a su Iglesia y al mundo entero con el fuego de su vida y de su amor. Y digámosle: R/ Señor, enciende nuestros corazones con tu amor.
- Señor Jesús, inflama a tu Iglesia con la llama de una profunda preocupación por llevar a todos tu Buena Noticia de salvación. Que esta Buena Noticia dialogue con el mundo y con sus necesidades y aspiraciones. Y así te decimos:
- Señor Jesús, inflama a todas las iglesias cristianas con la pasión de trabajar sin descanso hacia la unidad, movidos por tu amor. Y así te pedimos:
- Señor Jesús, inflama a los líderes de las naciones con el fuego urgente de buscar justicia y paz para nuestro mundo y respeto a la dignidad humana de todos. Y así te pedimos:
- Señor Jesús, concede el fuego de tu fortaleza a todos los que tienen que pasar por el fuego del fracaso, de la discriminación y del sufrimiento, y líbralos del desánimo y desaliento. Y así te pedimos:
- Señor Jesús, enciende de nuevo tu fuego en aquellos cuya fe se ha entibiado o extinguido, y en los que han perdido el camino que conduce a ti. Y así te pedimos.
- Señor Jesús, enciende nuestros corazones con el fuego de tu amor. Haz que te reconozcamos y te sirvamos en nuestros prójimos, especialmente en los más pobres y marginados. Y así te pedimos:
Señor Jesús, haz que nuestros corazones ardan con tu amor al celebrar la eucaristía, escuchando tu palabra y participando gozosamente en tu banquete del pan de vida, ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Te presentamos ahora este pan y este vino,
regalos de paz y alegría.
Que en nuestras luchas y tensiones,
nunca compremos una paz fácil,
sacrificando -por comodidad nuestra-
la verdad y la justicia exigidas por el evangelio.
Que no fallemos en el servicio
que debemos a nuestro prójimo.
Alimenta y robustece nuestra fe vacilante
con el cuerpo y la sangre de tu Hijo,
Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con su muerte, Jesús pagó el precio por su fidelidad al pueblo, a la bondad y a la verdad. Ofrezcámonos con él y pidamos nos otorgue su fortaleza, para dar toda alabanza al Padre.
Invitación al Padre Nuestro
Oremos con fe y esperanza
a nuestro Padre en el cielo
con las palabras de Jesús, el Señor.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos la paz en nuestros días.
Que no sea una paz facilona
que procede de la autocomplacencia
o de la falta de compromiso activo en la comunidad,
sino una paz interior
que acepte las luchas de la fe,
y que se atreva a optar
por la forma del servicio y del amor audaz
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor,
que aceptó la cruz,
sin tener en cuenta su vergüenza,
para conducirnos en nuestra fe.
Él nos invita a este banquete eucarístico
para inflamarnos con fe y amor.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Tu Hijo Jesús nos ha proclamado
su Palabra estimulante y conmovedora
y ha compartido su propia fuerza con nosotros.
Envíanos a vivir nuestra fe
con todas sus consecuencias,
y, si fuera necesario,
a ser signo de contradicción, como tu Hijo.
Pero mantennos en la fe
y danos aguante y resistencia,
para que con Jesús, tu Hijo,
vivamos en tu alegría y en tu paz
por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Jesús trajo fuego a la tierra para que ardiera con una llama viva y fuerte. Que nuestra viva fe sea ese fuego y esa llama ardiente que Jesús soñó para sus discípulos.
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.