Liturgia viva del martes. día v dentro de la octava de la natividad del señor o santo tomás becket, obispo y mártir, conmemoración
UNA LUZ PARA TODAS LAS NACIONES
(1 Jn 2,3-11; Lk 2.22-35)
Introducción
Dios viene a su pueblo como de incógnito, como un niño llevado en los brazos de su madre. Simeón, el anciano en el templo, tomó a Jesús en sus brazos y reconoció a este niño como al Salvador esperado por los judíos en el Antiguo Testamento, pero, al mismo tiempo también, como la salvación para todos los pueblos y todos los hombres.
En Jesús el viejo Israel puede desvanecerse en paz. Este niño iba a ser gloria de Israel, sí, pero también luz de todos y cada uno de los paganos. Viene a nosotros ahora no solamente a ser la luz para nosotros, los cristianos. Él no nos pertenece a nosotros en exclusiva, sino que es de y para todos los hombres sin excepción. San Juan nos dice cómo reflejar la luz de Cristo: Todos los que aman a su prójimo están viviendo en la luz.
Oración Colecta
Oh Dios, Padre de la luz:
El anciano Simeón reconoció a tu Hijo
como la luz que debería iluminar a todos.
Danos a nosotros también la gracia
de saber reconocer a Jesús,
cuando venga a nosotros en forma humilde,
en la persona y forma de niños,
de ancianos o de pequeños y pobres.
Que sepamos recibirle también
como luz, no sólo sobre nuestras vidas personales,
sino también como aurora luminosa
para todas las naciones,
pues tú eres el Padre de todos
y Jesús nos pertenece a todos
como nuestro Señor y Salvador,
por los siglos de los siglos.
Intenciones
- Por todos los padres que llevan a sus niños a la iglesia para bautizarlos, para que Dios los bendiga a ellos y a sus hijos, roguemos al Señor.
- Por todos los padres que sufren cuando sus hijos les causan pena y dolor, para que sigan confiando en el Señor y teniendo la fortaleza necesaria, roguemos al Señor.
- Por todos los pueblos que comienzan a conocer a Jesucristo, para que le acepten como su alegría y vida, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre amoroso:
Un humilde pedazo de pan y un poco de vino
son suficientes
para facilitar el que Jesús venga a nosotros.
Aviva estos sencillos dones con tu Espíritu,
para que podamos acoger entre nosotros
a Jesús, que ilumina todas las naciones
con su alegría y con el luminoso amanecer
de la verdadera justicia y del profundo compromiso
de cariñoso servicio, y también con sentido de compasión
y generosidad sin límites.
Todo esto te lo pedimos
por el mismo Jesucristo
Salvador de todos, nuestro Señor..
Oración después de la Comunión
Oh Dios, Señor de luz:
Nos hemos sentado a la mesa festiva
de quien vino a unir todos los hombres y a todos los pueblos,
cercanos y lejanos, como hermanos
que pueden amarse y aceptarse los unos a los otros,
a pesar de todas sus diferencias
de raza y cultura, de nivel social y personalidad.
Haznos creer que esto es posible
solamente por medio de quien se hizo uno de nosotros
y entregó su vida por todos,
Jesucristo, nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Que el Espíritu Santo permanezca también en nosotros como en el anciano Simeón, para que sepamos reconocer y aceptar a Jesús como nuestro Señor y como Salvador de todos, y como luz que ilumina las vidas de todos.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.