Comentario al Evangelio del viernes, 5 de marzo de 2021
José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos.
El Evangelio nos presenta la parábola de la viña arrendada a los labradores. La viña representa en primer lugar al pueblo de Israel. Dios la plantó y la dejó en las mejores condiciones para que diera fruto y la confió a los cuidados de los labradores. Estos se negaron a ofrecerle el fruto que producía, despreciaron además a sus enviados e incluso al mismo hijo. Merecían ser despojados de los dones recibidos, pero Dios siempre fiel, aunque nosotros seamos infieles, les concedió una nueva oportunidad de conversión.
Ahora la comunidad cristiana es la heredera del antiguo pueblo de Israel que no supo dar los frutos que se esperaba de él. Misión y responsabilidad grande: producir los verdaderos frutos del Reino viviendo el amor, la justicia, la fraternidad… y comunicarlos por todas partes. Este es el vino bueno de la viña del Señor que la Iglesia debe ofrecer a todos los hombres del mundo. Y dentro de la comunidad cristiana cada bautizado es un sarmiento mimado y cuidado de esa viña del Señor que tiene la responsabilidad de dar “buen vino” para que los hombres se salven. Los dones y las gracias recibidas “gratis” no son solo para uno mismo sino para compartirlos y así más personas conozcan y glorifiquen y alaben a Dios.
Aquellos labradores mataron a los criados, y al hijo lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Aún hoy seguimos matando al hijo: cada siete segundos muere un niño de hambre, miles de personas caen víctimas de las guerras o a causa de la marginación, de las persecuciones políticas, religiosas, a causa de la injusticia social y económica reinantes; los echamos fuera de la viña y no les permitimos beber el buen vino de la viña del Señor. A veces nos creemos dueños de la viña y de sus frutos, y no nos parece bien tener que compartir con otros.
El Papa Francisco comenta esta parábola así: “La misericordia es el vino nuevo de la viña del Señor… La gran novedad del cristianismo: un Dios que, a pesar de estar desilusionado por nuestros pecados, no olvida su palabra, y sobre todo no se venga. ¡Dios no se venga! Dios ama y nos espera para abrazarnos… Cada cristiano tiene la misión de ser la viña del Señor en todos los ambientes incluso en los más alejados, y llevar allí el vino nuevo de la misericordia del Señor”.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano