Comentario al Evangelio del viernes, 3 de enero de 2020
Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
Hoy la Palabra pone en boca de Juan Bautista una frase que decimos en todas
las eucaristías antes del momento de la comunión. Se refiere a Jesús y es
uno de los “títulos” o formas que tenemos de llamarle. “Este es el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Jesús es cordero. Su vida tiene la fragilidad de un cordero, la fragilidad
de la vida humana. Un cordero era el animal que los judíos ofrecían todos
los años por la celebración de la Pascua. Jesús acaba con esos sacrificios
antiguos ofreciéndose libremente Él mismo y entregándose “por todos”.
Y así quita Jesús el pecado del mundo: su entrega rompe la cadena de la
violencia que dominaba la historia. En adelante, para llegar a Dios ya no
hace falta derramar la sangre de nadie, sino que el Dios-encarnado hace de
puente permanentemente abierto. Su entrega abre caminos para la
reconciliación y la paz. Es el anti-pecado. Es la vida nueva.
Como una historia en tres partes. En la “Pascua de Navidad” celebramos el
primer acto de esta entrega: Dios viene a nosotros. La “Pascua de
Resurrección” representa el segundo momento: Jesús vence al pecado y a la
muerte. El tercer tiempo lo marca la “Pascua de Pentecostés”, desde donde
esa vida nueva pretende llegar hasta los confines del mundo.
Vivimos en el tiempo nuevo que ha abierto Pentecostés, a la espera de que
esa vida reconciliada llegue a todos, en todo su ser y en todos los
lugares. Sabemos que esto sólo será pleno al final de los tiempos –porque
hasta el final, como en nuestros campos, convivirán el trigo y la cizaña,
la buena y la mala hierba-. Por eso con nuestra vida queremos colaborar a
hacerlo posible, anticipando ese final feliz que nos espera. El Dios de la
vida espera nuestro “sí”, como el de María, para seguir haciendo posible
esa vida renovada. ¿Qué le responderás tú?
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF ( luismanuel@claretianos.es)