Comentario al Evangelio del viernes, 25 de diciembre de 2020
CR
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy hay una luz que invade el mundo: en el solsticio de invierno del norte, en el solsticio de verano del sur. Una gran noticia, que San Juan nos narra como un viaje apasionante: aquél que es la Palabra, que estaba junto a Dios, viene a nosotros, y viniendo nos abre la puerta para volver, junto a Él, hacia el Padre.
La historia tiene comienzo y final. Venimos del deseo de amor del Padre y vamos hacia ese mismo amor. Y entre tanto, estamos en sus manos, para enlazar nuestras manos entre nosotros.
Pero no todo es tan sencillo: en el mundo hay tinieblas. Y la luz molesta a la tiniebla. Y nuestra voluntad puede recibir o rechazar al Dios que viene a nosotros “en cada persona y en cada acontecimiento”. Ahí nos jugamos la vida…
Lo bueno es que conocemos que “a los que le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios”. Como el Hijo, por Él y en Él. Y desde Él, todo cobra sentido. “En la vida y en la muerte, somos del Señor”.
Que hoy puedas contemplar el misterio de Belén. Que puedas sentir el calor y la luz que surgen del Dios-con-nosotros, que envían quien lo recibe a dar luz y calor a nuestro mundo. Que a pesar de los años y de las rutinas, puedas sorprenderte de que Dios haya puesto su tienda entre nosotros –por pura gracia- y se haya hecho compañero de camino: “Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer”. Para contarlo y para vivirlo.
¡FELIZ NAVIDAD!