Comentario al Evangelio del Viernes 20 de junio de 2025

Fecha

20 Jun 2025

Hay dos asuntos en el texto evangélico de hoy. Los dos son importantes. Pero el orden hace que nos terminemos fijando más en el primero que en el segundo.

El primero se refiere a lo que es verdaderamente valioso para la persona. No son precisamente los tesoros materiales (cuenta corriente abundante, propiedades, etc.). Todo eso lo podemos perder fácilmente. Además no llena el corazón. Por la sencilla razón de que el amor, la amistad, el afecto, que son las cosas que realmente necesitamos para tener una vida plena, no se compran con todo el oro del mundo. Lo que se puede comprar con dinero no es más que una burda copia o mala imitación. Nada que sirva de verdad. Aunque a veces se nos olvida en el día a día, diría que esto lo sabemos bien.

Pero creo que hay que subrayar el segundo tema de este texto. Tiene que ver con nuestros ojos, con nuestra forma de mirar. Una mirada es capaz de ver el mundo de un modo. Pero si nuestro ojo está enfermo, entonces todo lo vamos a ver mal, oscuro, deformado. Por eso es importante limpiar nuestros ojos, quitar las opacidades, las mota y las vigas que se nos puedan haber metido.

Vamos un poco más allá. La mejor forma de mirar la realidad es con los ojos de Dios. Se trata de ver la realidad de este mundo, nuestros hermanos y hermanas, tal como Dios los ve. Esa es realmente una buena perspectiva. O dicho en el lenguaje del Evangelio, la mejor luz con la que podemos iluminar la realidad que nos rodea. Entonces se nos hará fácil comprender que todo es creación de Dios, fruto de su amor, de sus manos creadoras. Y que, por supuesto, Dios no hace basura. Al mirar a los hombres y mujeres que nos rodean, veremos en sus rostros las huellas de Dios mismo que los ha creado. Por muy feos y sucios que estén sus rostros, por muchas cosas malas que nos parezca que han hecho, veremos el rostro de un hermano o hermana, con todo lo que eso significa. Y, para unirlo a la primera parte del Evangelio, nos encontraremos con un verdadero tesoro, con el único tesoro que vale la pena.

Fernando Torres, cmf

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