Comentario al Evangelio del sábado, 28 de noviembre de 2020
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
¡Qué preciosas las palabras del Apocalipsis que nos ofrece la liturgia de hoy! Llenan de esperanza al más desanimado: “… lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz porque […] el Señor Dios irradiará sobre ellos”. La oración de Completas, que se reza de noche al finalizar la jornada, recoge estas palabras llenas de esperanza. Son casi las últimas de la Biblia; los siguientes versículos hablan de la última y definitiva venida de Cristo. Pero mientras esto acontecerá en el tiempo que Dios tenga previsto, nosotros nos preparamos para una venida intermedia de Dios, su nacimiento de nuevo entre nosotros. Este Dios no se cansa de venir a nuestras vidas y nacer año tras año en nuestro mundo. Mañana iniciamos un tiempo de preparación y esperanza al que llamamos Adviento.
Jesús nos propone hoy que estemos despiertos, que no se nos “embote la mente” con vanidades y superficialidades que no nos ayudan a crecer y que tanto nos asedian estos días en la Navidad comercial, este año afectada por la crisis de la pandemia. Quizá esto sea una oportunidad para vivirla más auténticamente, sin tanto artificio que empañe su sentido.
Estar despierto, vivir el Adviento con capacidad de sorpresa y apertura, especialmente en este año tan difícil que nos ha tocado vivir. Recordar, en lenguaje del Apocalipsis, que llevamos “su nombre en la frente” y que con este sello no hay noche; no hay noche que valga para los que seguimos creyendo en esta Luz que vendrá a nosotros dentro de veinticinco días.
Y como en todo sábado, miramos hoy a nuestra Madre María, protagonista del Adviento, que llena de esperanza supo aguardar la venida de su Hijo y que se mantuvo en pie, delante de la cruz, en el momento de máxima dificultad. ¡Madre de la Esperanza, ruega por nosotros!
¡Feliz Adviento!
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.