Comentario al Evangelio del sábado, 22 de julio de 2023
Fernando Torres cmf
Por alguna razón de María Magdalena se tiene la imagen de que era una prostituta. Debe ser porque, como se dice de ella que era una pecadora, la única posibilidad que tiene una mujer de ser pecadora es siendo prostituta. En realidad, en el Evangelio solo se dice que de ella habían salido siete demonios (Lc 8,1-2). Pasa que se la ha identificado con la mujer adúltera del evangelio de Juan y con la pecadora que unge los pies de Jesús (Mc 14,3-8), de las que no se dice el nombre en esos textos. Vamos a dejar esta historia de lado. La mujer, como el hombre, puede ser pecadora de muchas maneras. Y lo que nos importa no es lo que fue sino en lo que se convirtió al encontrarse con Jesús. Que ninguno de nosotros puede decir que tenga un pasado impoluto y libre de toda culpa.
María Magdalena siguió a Jesús, fue discípula de Jesús. Estuvo al pie de la cruz, acompañando a María, la madre de Jesús. Y luego fue testigo de la resurrección. Uno de los primeros testigos. Y, según el evangelio de hoy, fue ella la que dio testimonio de la resurrección de Jesús a los otros discípulos. Esto es ya muy importante. Porque en aquel mundo patriarcal, el testimonio de un mujer no tenía valor. Esto nos habla ya de que en torno a Jesús se había creado una comunidad nueva, igualitaria, donde las mujeres estaban al mismo nivel que los hombres. Todos discípulos, todos creyentes, todos seguidores de Jesús. Y precisamente Jesús resucitado se aparece a María Magdalena y le pide que vaya a anunciar a sus hermanos que ha resucitado.
La situación para las mujeres en nuestro mundo, y en nuestra iglesia, ha ido cambiando. Para ser realistas, ha ido mejorando. En muchas cosas, están a un nivel de igualdad con respecto al hombre. Pero todavía queda mucho por hacer. Todavía hay culturas y sociedades donde la mujer se sitúa a un nivel inferior al hombre. O, si lo prefieren, el hombre se sabe superior a la mujer. Solo un pequeño detalle: incluso en las sociedad que creemos que son más avanzadas, a igual trabajo el salario de la mujer es habitualmente inferior al del hombre. Es solo un detalle pero ya dice mucho. María Magdalena, discípula entre los discípulos, nos hace recordar que el reino del que habló Jesús es un reino de igualdad, de fraternidad, donde todos, hombre y mujeres, estamos al mismo nivel y compartimos la misma mesa en torno al único Padre.