Comentario al Evangelio del Miércoles 4 de junio de 2025
Queridos hermanos, paz y bien.
Jesús se está despidiendo, va a dejar a sus Discípulos, pero se preocupa por ellos. Le ora al Padre para que sean uno. En conformidad con Su mensaje, no pide que les vaya bien – porque el discípulo no es más que su Maestro – o que vivan sin problemas. He aquí hay algunos puntos para la meditación.
Jesús pide por la unidad de sus discípulos: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, así como nosotros». Unidos en el afecto y en los trabajos, según el modelo de unidad del Padre y del Hijo. En si vida terrenal, el mismo Jesús los protegía y orientaba. «Mientras estaba con ellos, los protegía en tu nombre que me diste, y los he cuidado». Ahora, el cuidado debe ser mutuo y apoyados en el Espíritu Santo.
También ora por la alegría de los discípulos: «Pero ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan mi alegría completa en ellos». Con mucha fe, mirando al futuro con esperanza, para poder llevar la Buena Nueva a todos. Y alegres, a pesar de la oposición que van a encontrar. Les advierte sobre el odio del mundo: «Les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, así como yo no soy del mundo». Es decir, vivir contra corriente, y ser fieles a pesar de todo. Porque tenían una gran obra que hacer para la gloria de Dios, y el beneficio de todos los hombres.
Jesús no pide que los discípulos sean sacados del mundo, sino que sean protegidos del mal: «No te pido que los saques del mundo, sino que los cuides del maligno». Oró al Padre para que los protegiera del mal, los librara de ser corrompidos por el mundo y para que pudieran resistir los embates del pecado y las tentaciones. Para que pudieran pasar a través del mundo como así fuera un territorio hostil, pero con decisión.
Y para para poder vivir así, hay que ser santo. También ora por la santificación de los discípulos: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad». El aroma de santidad se siente, se extiende y puede sentirse. “Olor de santidad” se lee en algunas biografías de santos. Es la llamada para cada creyente.
Por fin, destaca su misión y la relación entre él y el Padre: «Así como tú me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo… Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad». En resumen, Jesús ora por la unidad, protección, alegría y santificación de sus discípulos, subrayando su relación con el Padre y su misión en el mundo.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.