Comentario al Evangelio del miércoles 21 de mayo de 2025
Como sarmientos a la vid
Es evidente que la gran noticia de la Resurrección de Cristo y su proclamación a todas las gentes no significa la apertura de una historia luminosa y sin sombras, donde todo avanza como en una balsa de aceite. De modo semejante a como la encarnación supone la presencia real del Hijo de Dios en nuestro mundo, pero una presencia opaca y sometida a todas las limitaciones que ese mundo impone, la difusión del mensaje pascual se realiza en medio de muchas dificultades. Hasta ahora, leyendo los Hechos de los Apóstoles, hemos visto sobre todo las dificultades externas: prohibiciones, persecuciones, prisiones y martirios. Hoy descubrimos que esas dificultades se dan también dentro de la Iglesia, en la que chocan diversas formas de ver la novedad de la vida cristiana. La “encarnación” del mensaje pascual choca con inercias de las que no es fácil liberarse. Para algunos la novedad del Evangelio no es suficiente, y pretenden encerrarla en los estrechos límites del judaísmo. A ello se oponen con energía Pablo (que de fariseísmo sabía un rato) y Bernabé. Podemos estar tentados de interpretar el conflicto en términos actuales como una disputa entre “progresistas” (Pablo y Bernabé) y “conservadores” (los fariseos conversos), con algunas posiciones “de centro” (Pedro, tal vez). Y este esquema lo trasladamos con mayor facilidad a nuestra Iglesia de hoy, por ejemplo, respecto de la reciente elección del sucesor de Pedro, clasificando a los cardenales de manera partidista, según esos parámetros, más políticos que evangélicos. En cierto modo, esto es inevitable, pues vivimos en este mundo y no somos, ni debemos ser, herméticos a él. Pero sería un craso erros limitaros a esas categorías y no ir más allá. Ese “más allá” se expresa escuetamente en las palabras: “los apóstoles y presbíteros se reunieron”.
No era una asamblea “entre ellos”, sino que se reunieron para unirse como los sarmientos a la vid. No era una reunión sólo de confrontación de opiniones y búsqueda de compromisos, sino que se reunieron para escuchar la Palabra y dejarse iluminar por el Espíritu. Se trata de abrir un proceso de escucha, que tendrá sus momentos difíciles y dolorosos, momentos de poda, pero que, unidos a la vid, se convierten en momentos de purificación, que acaba dando sus frutos.
Sin esa voluntad de unirse a la vid verdadera que es Cristo, el progresismo se convierte en un mero gusto por la novedad y la moda del momento; y el conservadurismo se reduce a una cerrazón sectaria incapaz de trasmitir la luz: unos y otros se convierten en ramas secas y estériles. Pero, unidos a la vid, reciben unos y otros la savia que les permite ser fieles al depósito de la fe y que hay que conservar; y se abren sin miedo al mundo, al que deben anunciar la vida nueva del Resucitado. Y así, unidos a la única vid verdadera, unos y otros se descubren como hermanos, comparten sus respectivos dones, y dan fruto abundante para sí y para todo el mundo.
Saludos cordiales,
José M. Vegas cmf
http://josemvegas.wordpress.com/