Comentario al Evangelio del Miércoles 18 de junio de 2025
Este evangelio se lee desde hace siglos el miércoles de Ceniza, al comienzo de la Cuaresma. Habla de la limosna, la oración y el ayuno como los tres instrumentos que puede o debe usar el cristiano para vivir una Cuaresma que le ayude a prepararse para la mejor celebración de la Pascua. Pero hoy no es miércoles de Ceniza ni estamos empezando la Cuaresma. Así que mejor nos fijamos en la primera frase que quizá nos ofrece una buena pista para nuestra reflexión.
Dice Jesús que tenemos que tener cuidado de no practicar nuestra justicia para ser visto por los hombres. Dicho en otras palabras, que no hagamos lo que hacemos para la galería, porque así quedamos bien ante los demás, sino por auténtico convencimiento, independientemente de que nos vean o no, de que piensen bien o mal de nosotros. Y aquí chocamos con un problema que es habitual y, hasta cierto punto, normal. Es que a todos nos gusta tener una buena imagen, que los demás tengan una buena opinión de nosotros. Y para eso, muchas veces, demasiadas en ocasiones, nos revistemos de una coraza, que funciona como protección ante los demás y que nos proporciona una imagen adecuada a lo que los demás esperan de nosotros. Pasa que a veces la imagen está lejos, muy lejos, de la realidad. Y terminamos viviendo dos vidas. Nos convertimos en algo parecido, sin llegar al extremo, a la famosa historia de Robert L. Stevenson “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”.
Creo que sería bueno que fuésemos capaces de quitarnos esa coraza que nos cubre y que, a veces, supone una cierta mentira en nuestras vidas. Sería bueno que dejásemos de hacer lo que hacemos para que nos viesen y empezásemos, aceptando con sencillez nuestras limitaciones y miserias, tratar de hacer lo que tenemos que hacer sin pensar tanto en el qué dirán. No se trata tanto de pensar en la recompensa que podemos recibir cuanto en vivir con más autenticidad y sencillez. Luchando por el Reino, por la fraternidad y la justicia, pero aceptando al mismo tiempo que no siempre conseguimos hacer lo que es nuestro deseo y deber como discípulos de Jesús.
Fernando Torres, cmf