Comentario al Evangelio del martes 20 de mayo de 2025
La paz, obra del amor
La expresión clásica es “opus iustitiae pax”: la paz es la obra de la justicia. Pío XII la adoptó como lema de su pontificado. La expresión es muy afortunada: una paz, es decir, una ausencia de violencia, que no está fundada en la justicia, es en realidad una apariencia de paz, basada en el miedo, la violencia, o es sencillamente la paz de los cementerios.
Pero todos sabemos lo frágil que es la justicia humana. Con mucha frecuencia son los encargados de impartir justicia los que cometen atropellos, como los ancianos del libro de Daniel, que condenaron a Susana, o los que juzgaron a Jesús en un juicio lleno de mentiras. Naturalmente, hay también buenos jueces, pero es una triste verdad que con demasiada frecuencia se impone la apariencia de justicia de los más fuertes, no importa del signo que sean.
Jesús nos da una paz verdadera, que tiene raíces mucho más profundas que las de la justicia (son, en realidad, la raíces de la verdadera justicia). No está basada en la fuerza, sino en una aparente debilidad. Y es que Jesús nos da su paz justo antes de entregar su vida en la cruz. Es una paz que se basa en el amor, y que se muestra más fuerte que la muerte. Por eso, Jesús exhorta a sus discípulos (a todos nosotros) a no temer, a afrontar con la paz que nos ha dado las dificultades de la vida, también las que proceden del compromiso por la extensión del evangélico, del testimonio de fe.
Pablo es una ejemplo clarividente de esa paz y ese valor. Siempre al borde la muerte, nada la arredra. Cuando le dan por muerto, se pone en pie (en una especie de resurrección por anticipado) para seguir la misión que Jesús le ha confiado.
Vivimos tiempos de turbación y confrontación (y ¿cuáles no lo son?). Y esto nos tienta a impartir justicia, la que a nosotros así nos parece, levantando la espada. Pero Jesús que nos da su paz nos enseña otro camino: el camino de la entrega por amor, hasta el final; y, siguiendo el ejemplo de Pablo, el camino de un testimonio de fe que no se arredra ni se arruga ante las dificultades.
Saludos cordiales,
José M. Vegas cmf
http://josemvegas.wordpress.com/