Comentario al Evangelio del martes, 19 de julio de 2022
Luis Manuel Suárez CMF
Queridos amigos:
La curiosidad siempre ha sido algo que mueve la vida de las personas. Quien más y quién menos, nos interesa saber lo que pasa a nuestro alrededor, o los detalles de la vida de las personas que consideramos importantes. Más allá de que en exceso puede resultar contraproducente, una sana curiosidad nos ofrece criterios para orientar la vida, al imitar lo que viendo cerca de nosotros consideramos valioso por los resultados que produce.
Los evangelios nos cuentan muchas cosas de la vida de Jesús, aunque no todos los detalles de su existencia. De hecho, parece que el origen de los evangelios está en los relatos de la Pascua y de la Pasión, a los que se van añadiendo detalles de dichos y hechos de la vida de Jesús, hasta formar los escritos completos que conocemos actualmente.
Está claro que, si es mucho lo que conocemos, también es mucho lo que desconocemos. Pero en lo que se nos cuenta, podemos encontrar detalles que, aunque de primeras puedan sorprendernos, nos pueden dejar interesantes enseñanzas sobre la vida de nuestro Señor, para llevarlas a nuestra vida.
El pasaje de hoy nos presenta a un Jesús enseñando, que recibe la visita aparentemente inesperada de sus familiares: su madre y sus “hermanos”, que en nuestra tradición se ha interpretado como “parientes cercanos”. Es un dato que aparece en varios pasajes de los evangelios. Podemos suponer que entre Jesús y sus parientes había un cariño inicial, a la vez que, cuando Jesús sale de su pueblo a predicar de forma itinerante por Galilea, es lógico que hubiera una extrañeza en sus familiares. Y que alguna vez salieran a buscarlo, como se nos dice.
La reacción de Jesús denota mucha libertad, fruto de la conciencia de misión que ha desarrollado: “mi madre y mis hermanos son los que cumplen la voluntad de mi Padre del cielo”. Jesús ha venido a nosotros a través de María, centro de su familia humana. A la vez, Él viene a inaugurar una nueva familia donde lo definitivo no son los lazos de la sangre, sino el ser hijos de Dios y vivir según su voluntad.
Nuestra familia de origen es importante: es el regalo a través del cual se nos dio la vida, a muchos también nos ha transmitido la fe, y a la que tanto debemos. A la vez, hay otra familia más grande y más importante: la que formamos todos los hijos de Dios y los que pueden llegar a serlo.
Que el Señor nos conceda sabernos miembros de esa gran familia de Dios, y vivir en consecuencia, como hijos y hermanos.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF (@luismanuel_cmf)