Comentario al Evangelio del martes, 14 de enero de 2020
Alejandro Carbajo Olea, cmf
Queridos hermanos, paz y bien.
Jesús continúa alternando las palabras sobre el Reino con acciones que demuestran que ese Reino está ya entre nosotros. En ocasiones, se centra en las necesidades materiales de sus oyentes, como en el caso de la multiplicación de los panes y los peces. Alimento para el alma, y alimento para el cuerpo. No fuera a ser que desfallecieran por el camino.
Hoy vemos un paso más en la lucha contra el mal, o, dicho de otra manera, en la propagación de ese Reino de Dios que ha comenzado con Jesús. La liberación de un endemoniado supone demostrar que el poder de Dios es superior a la fuerza del diablo. El Bien vence al mal, aunque a veces no sea tan evidente como en este relato.
Nosotros quizá no podemos liberar demonios, como hacía Jesús. Es tarea de algunos sacerdotes expertos, designados por los obispos, los exorcistas. Pero sí podemos estar cerca de los que sufren, como hacía Él. Y tratar de animar, de iluminar, de ser testigos de la fe, de nuestra fe. Con los extraños, y con los cercanos. Con todos.
Y si no sabes cómo cumplir con esta misión, haz como Ana. Ora, pídele al Señor que te dé lo que necesitas, desahógate ante Él. Que siempre sabe lo que se hace, y te ayudará a encontrar la forma de ser testigo. Que palabras y obras vayan de la mano en nuestra vida. Como lo fueron en la vida de Jesús.
Vuestro amigo en la fe, Alejandro C.M.F.