Comentario al Evangelio del Martes 13 de mayo de 2025

Fecha

13 May 2025

Querido amigo/a:

Del último Concilio celebrado en nuestra Iglesia Católica, entre otras muchas, esta idea quedó bien clara: el fin de la Iglesia no es ella misma, sino amar, servir y evangelizar. Esta es la tarea que desempeñamos todos los católicos desde diferentes y complementarias formas de vida. Desde los comienzos, muchos evangelizadores así lo han sentido y llevado a cabo, como el caso de los que se habían dispersado tras la muerte de Esteban, que nos narra hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles. Anuncian a Jesús Resucitado en Fenicia, Chipre y Antioquía sin complejos, con firmeza, pero sin soberbia.

En muchos areópagos o espacios culturales públicos de nuestros países quiere silenciarse todo lo relativo al mundo de la creencia y práctica religiosa, como si esto perteneciera únicamente al ámbito privado. No lo permitamos, porque no es cierto. La fe tiene su dimensión pública que tiene derecho a ser expresada, no ocultada; escuchada, no silenciada. La fe es un asunto personal y también público porque propone una serie de valores y denuncia una serie de injusticias, y lo que tiene que decir no debe ser marginado. En muchos lugares no es políticamente correcto que un famoso deportista, cantante, político o actor de cine hable de sus creencias religiosa, de su fe o de su falta de ella. Seamos entonces políticamente incorrectos y expresemos sin miedo, en actitud dialogante, nuestra fe en los areópagos de nuestra vida social: trabajo, amigos, tiempo libre…

El Evangelio de Juan nos vuelve a insistir en la idea de Jesús como Buen Pastor que llama a sus ovejas y cuida de ellas, hasta dar la vida, con un amor sin límites. ¿Qué nos puede pasar con un cuidador de tanta categoría? Actúa, trabaja y confía, porque el “pastor” cuida de ti como cuidó de los primeros discípulos, ha cuidado a tantos creyentes y nos seguirá cuidando a los que sigamos escuchando su voz.

Hoy recordamos a la Virgen María en su advocación de Ntra. Sra. de Fátima. Ella es una poderosa intercesora y sobre todo la gran mujer que supo esperar en el gran día de la esperanza: el Sábado Santo. Supo que la fuerza del amor siempre es más poderosa que la muerte, y que aquella muerte de su Hijo no podía terminar así. Esperar y ser pacientes ante las situaciones adversas es lo que presentamos también a la Madre, junto a los miles de peregrinos que hoy se congregan para rezar en la pequeña villa portuguesa.

Nuestra Sra. de Fátima, ruega por nosotros.

Vuestro hermano en la fe:

Juan Lozano, cmf.

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