Comentario al Evangelio del martes, 11 de agosto de 2020
Eguione Nogueira, cmf
Queridos hermanos:
El capítulo 18 contiene el discurso comunitario o eclesial del Evangelio de Mateo y nos acompañará en estos días.
La pregunta “¿quién es el más importante…?” es inevitable cuando hablamos de la vida en común. Este tema es una preocupación de ayer y de hoy. En una cultura de la competitividad, muchas veces desleal, que muchas veces pisotea la dignidad de las personas, el Evangelio de hoy lanza una luz sobre los criterios que rigen nuestras relaciones comunitarias. Según el Evangelio, esta búsqueda de poder y dominio sobre los demás es un escándalo para la fe. Jesús nos indica otro camino, el de la humildad. Por eso, las palabras clave del capítulo son: niño, pequeño, hermano.
A la pregunta hecha por los discípulos sobre el más importante en el Reino de los cielos, Jesús responde con algunos ejemplos. Como los profetas antiguos, hace un gesto —poner un niño en el centro—, cuyo sentido les revela después. En el centro no está un adulto o una persona considerada importante, sino un niño frágil. El mayor es el que tiene un corazón humilde, el que no maquina el mal en el corazón, el que tiene un corazón de niño, que es símbolo de la dependencia. Por eso, el más importante en la comunidad que se reúne en torno a Jesús para seguirlo y ayudarse mutuamente es el que más tiene necesidades. Hacerse niño es hacer la opción por los más frágiles y pequeños. Es saber que nos necesitamos los unos a otros. Nadie se salva solo.
Tanto es así, que Jesús cuenta la parábola de la oveja perdida, que se alejó del rebaño. El pastor deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida, alegrándose cuando la encuentra. Esta oveja simboliza a los que extravían del camino, los que necesitan ayuda, los débiles, los pequeños. Ningún rebaño puede renunciar a un hermano, pues a ejemplo de su pastor, no podemos ser indiferentes a la pérdida de una sola persona. El mismo Señor se encarga de buscarnos donde pueda encontrarnos. Para eso cuenta con su Iglesia, la comunidad de fieles que no puede ceder a la lógica del descarte.
Nuestras comunidades deben ser abiertas, capaces de emprender un camino de fraternidad y nunca pueden renunciar a un hermano. Que la intercesión de Santa Clara y su ejemplo nos ayuden a vivir en comunidades sencillas, contemplativas y fieles al Evangelio de Jesús.
Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf