Comentario al Evangelio del Martes 1 de Julio de 2025

Fecha

01 Jul 2025

Él dormía… mientras rugía el viento, el agua entraba en tromba sobre la barca y los discípulos gritaban para hacerse oír o de puro miedo. Es una imagen potente para ilustrar lo que en muchos momentos de la historia ha sido el mundo y la misma vida de la Iglesia.

Ahora mismo, en este presente, estamos en plena tempestad, con crisis en todos los órdenes dentro y fuera de la Iglesia militante. Aunque los medios de comunicación convencionales y los nuevos que transitan por las redes sean en buena medida difusores de falsedades o de medias verdades o sencillamente oculten hechos, la impresión es que en todas partes reina la violencia, la mentira, el enfrentamiento, la división, la corrupción, el derrumbamiento moral y una especie de estupidez o aturdimiento.  Los diálogos por la paz paracen callejones sin salida. Los odios entre pueblos permanecen y aumentan  También contra la Iglesia. También dentro de la misma Iglesia.

Imagino a Pedro y a los demás estupefactos y exasperados ante las primeras palabras del Maestro. Tal vez hubieran querido responder a gritos: ¡Cómo que de qué tenemos miedo! ¡¿Es que no lo ves?! Pero guardan silencio porque las palabras del Señor terminan en reproche: hombres de poca fe.

Al instante se calmaron las aguas y llega el asombro porque presencian el increíble poder de un hombre al que obedecen los elementos.

Siguen ocurriendo prodigios en el mundo: actos de heroísmo, curaciones, conversiones, salvación milagrosa, el bien venciendo al mal, perdón, arrepentimiento…  No es esta una época peor que otras muchas a lo largo de la historia. Ni somos muy distintos de aquellos discípulos.

No podemos tener miedo si permanecemos en la fe. Fe, decía el catecismo, es creer lo que no vemos. No vemos aquí y ahora el triunfo definitivo del bien, la verdad y la belleza. Solo lo presentimos y hasta lo experimentamos por momentos.

Mientras aguardamos el triunfo pongamos por nuestra parte la fe y las obras. Seamos constructores de paz en lo cotidiano, doméstico, familiar. Con los cercanos y los más alejados. Esforcémonos más en ser fieles a la oración y en intentar que nuestra vida sea una vida santa: esto es lo que propone Teresa de Jesús cuando constata que “estáse el mundo ardiendo”

Virginia Fernandez

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