Comentario al Evangelio del Lunes 9 de junio de 2025
Hoy tocan las Bienaventuranzas. Hay que ponerlo así, con mayúscula, porque es un texto realmente sorprendente se mire por donde se mire. A muchos les hace descubrir una nueva dimensión: el evangelio, Jesús, hace una opción clarísima por los pobres, por los que sufren, por los hambrientos, por los que lloran, por los mansos. Otros pueden pensar que el texto de las bienaventuranzas es en realidad la gran mentira, la mayor de las mentiras. Porque no es verdad que los pobres o los que sufren o los que lloran o los mansos sean bienaventurados. La verdad es que les ha tocado la peor parte en el banquete de esta vida y no tienen muchos visos de que vayan a poder salir de ahí en poco tiempo. Para ser sinceros, las Bienaventuranzas son una palabras de Jesús complicadas de entender. Pero no dejan de ser un texto programático dentro del Evangelio. Es como si Jesús estuviese haciendo el discurso inicial en el que se encuentra lo más importante y central de su mensaje. Algo parecido a cuando nuestros gobernantes comienzan su periodo de gobierno con un discurso en el que plantean todo lo que van a hacer.
Si las leemos como el contenido central del Evangelio, entonces las Bienaventuranzas se iluminan con total claridad. Y lo que vemos es que Dios quiere dar la vuelta a este mundo. El Reino no es una prolongación de los reinos y gobiernos y poderosos de este mundo sino exactamente lo contrario. En el Reino los que tienen la total prioridad son los pobres, los que sufren, los que lloran… Dicho de otro modo: los que son los primeros para Dios son los que en nuestro mundo son los últimos. No se trata de que esos últimos, marginados, echados fuera, excluidos, tengan que ser los objetos de nuestros cuidados, de nuestras atenciones, de nuestra caridad. Es mucho más que eso: es que son los primeros. Y nosotros, como consecuencia, los segundos.
Nos cuesta entenderlo. Y es normal. Es la vuelta completa. Es poner el mundo al revés. Es darle la vuelta a la tortilla. Es la revolución más verdadera y auténtica. Es, en el fondo, la condición necesaria para que el Reino sea de verdad para todos, incluidos nosotros.
Fernando Torres, cmf