Comentario al Evangelio del jueves, 7 de septiembre de 2023

Fecha

07 Sep 2023
Finalizdo!
José M. Vegas cmf

Duc in altum

La palabra de Dios que, como decía ayer la carta a los Colosenses, está dando fruto en el mundo entero, nos confirma hoy que tiene que empezar por dar fruto en nosotros con toda clase de obras buenas y en un mayor conocimiento de Dios y de su voluntad. La conducta evangélica y el conocimiento de Dios (la fe) se retroalimentan: el conocimiento de Dios y de su voluntad invita a una conducta digna del Señor, y esta última nos dispone a un mejor conocimiento, que es la sabiduría de la fe. ¿Por qué, entonces, tenemos con frecuencia la sensación de que nuestra vida cristiana discurre plana, anodina, estéril, ayuna de esos frutos en nosotros mismos (la paciencia, la magnanimidad, la alegría en las dificultades), y también en nuestra relación con los demás (como, ante todo, el perdón recibido y otorgado)?

Tal vez esto se deba a que, aunque nos acercamos a Jesús a escuchar su palabra, permanecemos en la orilla, en una actitud superficial, que no permite a esa palabra viva y eficaz penetrar hasta el fondo del alma, escrutar y conformar nuestros sentimientos y los pensamientos de nuestro corazón (cf. Hb 4, 12), para que, como la buena semilla que es, caiga en buena tierra y dé fruto abundante (cf. Mt 13, 23). O, dicho con otras palabras, no “nos mojamos” entrando en el mar y subiendo a la barca en la que se sienta Jesús, y siguiendo su indicación, no remamos mar adentro, allí donde las aguas van profundas. Jesús no solo nos habla y nos da su palabra de vida, sino que nos invita a un esfuerzo de profundización. No basta con escuchar mecánicamente, por curiosidad o por obligación, sino que es preciso dedicar tiempo, meditar, rumiar la palabra, bregar en la noche, y echar las redes “en su nombre”, es decir, con fe y confianza, y contra todas las evidencias dar pasos concretos, a veces difíciles, para poner en práctica la palabra escuchada. Puede ser esto atreverse a iniciar una conversación difícil, o dar un paso de acercamiento, o aceptar una petición que nos resulta molesta, o salir de la propia comodidad o la rutina, en definitiva, responder “en su nombre”, con espíritu evangélico, a los desafíos que la realidad y los demás nos lanzan… Sólo así la esterilidad y el esfuerzo en apariencia inútil se puede convertir en una abundancia de frutos que está completamente por encima de nuestra capacidad. Porque sigue siendo verdad que nuestras capacidades son muy limitadas, como reconoce Pedro: “soy un pecador”. Pero la palabra de Jesús obra el milagro también en nosotros, que, sin dejar de ser lo que somos por naturaleza (pescadores y pecadores), somos transformados por esa palabra viva, que nos cura de la esterilidad y hace de nosotros pescadores de hombres, esto es, nos convierte en cooperadores activos de la salvación que Jesús ha venido a traernos.

José M. Vegas cmf
http://josemvegas.wordpress.com/

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