Comentario al Evangelio del jueves, 2 de diciembre de 2021
CR
Hola, amigos y amigas:
La decisión de colocar bases sólidas en la construcción de un edificio no está siempre garantizada; en muchas oportunidades nos vence la tentación del menor esfuerzo posible, de reducir gastos o de invertir en cosas más vistosas. A la hora de los fuertes temporales y de las inundaciones, muchos edificios que parecían tan cautivadores por fuera terminaron derrumbados en el suelo y aplastando la vida humana que cobijaban. Lo mismo puede pasar en la vida cristiana: no basta decir: “Señor, Señor” para poner las bases sólidas que el seguimiento de Jesús necesita. Muchos creen que sólo cumpliendo con algunas oraciones (ya sea de catecismo, de devoción o de breviario) ya está asegurada una suficiente relación con Dios que sustente el edificio de una existencia cristiana sometida a los vendavales seductores de una cultura que muchas veces vive al margen del Evangelio. Hay estilos de oración que en lugar de acercarnos a Dios para vivir en Él nos encierran en palabrerías y formalismos sin posibilidad de escuchar al que trae la Vida y acoger la fuerza de su Espíritu. Construir el edificio de nuestra existencia cristiana requiere escuchar y cumplir la Palabra del Señor.
Es necesario escuchar la Palabra de Dios; para ello hay que acallar nuestra palabrería vacía y abrirnos a la sorpresa de un Dios que se comunica. Esto muchas veces parece inútil y poco a poco en nombre de la eficacia perdemos la sintonía contemplativa del enamorado que anhela escuchar al que es la razón de su vida. Dejamos de escuchar al que tiene palabras de vida eterna para escuchar propuestas que despistan y esclavizan.
Pero esto no basta, es necesario, también, cumplir la Palabra de Dios, es decir, ponernos manos a la obra para que nuestra espiritualidad no quede en buenas intenciones. No dejemos que el miedo y las instalaciones nos sumerjan en una existencia que es conducida por el piloto automático de la rutina o por los vaivenes de llamadas diferentes a las del Señor; se trata de cumplir lo que hemos escuchado del Maestro, lo que hemos creído y celebrado como alianza de vida. Escuchar y cumplir son las claves de una vida cristiana, como la de María, que por escuchar y cumplir la Palabra del Señor fue dichosa y nos trajo al Salvador.