Comentario al Evangelio del Jueves 19 de junio de 2025
Cada vez que en misa o en otras celebraciones o en la oración me toca rezar el Padrenuestro, me sale de dentro preguntarme que cuándo nos lo vamos a terminar de creer. Todas sus palabras son importantes pero solo con el comienzo ya tengo muchas dudas de que nos lo creamos de verdad. Con todo lo que significa. ¡Padre nuestro!
Leí hace muchos años una historia sobre un hombre que iba a la iglesia a rezar muchos días hasta que el sacerdote responsable, extrañado de las horas que pasaba aquel hombre en la iglesia, le fue a preguntar qué rezaba en ese tiempo. El buen hombre le respondió que rezaba el “Padrenuestro”, pero que en realidad no lo llegaba a terminar nunca porque con sólo decir “Padre” a Dios, ya se quedaba admirado y admirándose de poder llamar a Dios “Padre” y no podía seguir recitando la oración.
Hay que reconocer que la oración que nos enseñó Jesús y que hemos recitado y recitamos tantas veces tiene un comienzo que ya nos sitúa en otra dimensión. Llamar a Dios Padre implica toda una forma diferente de relacionarnos con él. Jesús nos invita a tratar a Dios con la misma confianza y cercanía que él mismo experimentó en su vida. Ya sabemos todos que Jesús se refería a Dios no tanto como “Padre” –un término que en nuestro idioma es más bien un término de respeto y que implica hasta un poco de lejanía– sino que más bien usaba el término “Abbá”, que era la palabra familiar que usaban los niños pequeños para dirigirse a su padre. Es decir, Abbá significa “papaíto” o “papá”.
Así que eso es lo que queremos decir cuando rezamos el Padrenuestro. Nos situamos en una posición de cercanía e intimidad con aquel que es para nosotros, como para el niño pequeño, la presencia que nos hace sentirnos seguros, queridos, amados sin condiciones. Esta forma de relacionarnos con Dios tiene mucho que ver con la afirmación de que “Dios es amor” que encontramos en otro de los textos del Nuevo Testamento (1 Jn 4,16). Si comenzamos el Padrenuestro dando toda la fuerza que corresponde a ese comienzo, “Padre”, quizá se nos haga más fácil entender el resto de la oración y recitarla con sentido.
Fernando Torres, cmf