Comentario al Evangelio del jueves, 15 de junio de 2023
José M. Vegas cmf.
El Espíritu del Señor y el espíritu de reconciliación
Decía Pablo en la primera lectura de ayer que no debemos apuntarnos nada, ni considerarnos mejores que nadie. Y hoy nos dice Jesús, al contrario, que debemos ser mejores que los escribas y fariseos. ¿En qué quedamos?
El defecto principal de los fariseos (del fariseísmo que puede afectarnos a todos) consiste en creerse mejores que los demás por méritos propios, por un cumplimiento puntilloso de la ley, que lleva aparejado el desprecio y la condena de los “pecadores” (que siempre son los otros). Jesús nos explica cómo entiende este “ser mejor”: se trata de aceptar la plenitud de la ley de la que nos hablaba ayer, y que consiste en el mandamiento del amor. Pero, precisamente, cuando tratamos de poner en práctica el mandamiento del amor, descubrimos nuestra debilidad, nuestra imperfección, nuestros muchos defectos. “Ser mejores” no consiste en ponerse por encima de los demás (juzgándolos, condenándolos), sino, al contrario, en renunciar a juzgar a nadie, excepto a sí mismo, en reconocer humildemente la propia limitación, lo que nos lleva casi por necesidad a adoptar un espíritu de reconciliación, que no solo perdona, sino que también sabe pedir perdón. “Ser mejor” no consiste en ponerse por encima, sino por debajo: haciéndose servidor de la paz, el perdón y la reconciliación, que es lo mismo que decir, servidor de los hermanos.
El espíritu de reconciliación es fruto del Espíritu del Señor, del que nos habla Pablo, el que nos abre la mente y el corazón a la comprensión de las Escrituras, el Espíritu de libertad para amar, el Espíritu que nos da valor para testimoniar sin temor nuestra fe, haciendo visible ante el mundo el Evangelio de Jesucristo.
José M. Vegas cmf.