Comentario al Evangelio del jueves, 13 de julio de 2023
Fernando Torres cmf
Después del nombramiento de sus colaboradores, Jesús procede a darles las instrucciones básicas para su misión. El anuncio es muy sencillo: el reino de Dios está cerca. Eso tan sencillo se manifiesta de diversas maneras: curando a los que sufren, liberando a los oprimidos por cualquier causa.
Pero también se manifiesta en un estilo de ser y de vivir. El reino de Dios no es manifiesta en el poder. Sus mensajeros embajadores no van en carrozas lujosas, no llevan guardias pretorianas, no se hospedan en los mejores hoteles. No son como los grandes o pequeños empresarios que viajan con el objeto de hacer negocios: ofrecemos estos productos a cambios de estos otros. Ni siquiera llevan consigo regalos que les abran las puertas y las simpatías de los destinatarios de su mensaje. Los mensajeros del reino viajan pobremente. No tienen nada que ofrecer más que su mensaje. Y lo ofrecen gratis por la sencilla razón de que ellos mismos han recibido gratis el la buena nueva del reino. Su mercancía, si la podemos llamar así, es la paz, el amor de Dios. Nada más. Y nada menos. Y la ofrecen gratis, sin condiciones, sin precio.
En la disposición de los receptores está el acoger el mensaje o rechazarlo. Ahí entra en juego la libertad humana, siempre limitada por supuesto, siempre condicionada pero siempre presente de alguna manera en nuestras decisiones. Dice el evangelio que el que no recibe a los mensajeros terminará pasándolo peor que Sodoma y Gomorra. Y que los mensajeros que no sean recibidos tiene que sacudirse hasta el polvo de los pies de ese pueblo. Pero me gusta pensar que la misericordia en Dios triunfa sobre el juicio y que Dios conoce los recovecos del corazón humano y las razones profundas de ese rechazo.
Para nosotros, discípulos de Jesús, nos queda la misión de anunciar el reino, anunciarlo sencillamente y anunciarlo gratis porque gratis regalamos lo que hemos recibido gratis: el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.