Comentario al Evangelio del Jueves 12 de mayo de 2025
En las religiones antiguas, y en la mentalidad de muchas personas religiosas hoy, cristianos incluso, el sacerdote es el mediador entre Dios y los hombres. Se considera que es una figura necesaria porque la presencia de Dios, siempre todopoderoso y omnisciente, es figura salvadora pero también un poco bastante amenazadora para las personas. En todas esas religiones la relación con Dios se realiza sobre todo en el templo. Y ahí solo los sacerdotes tienen acceso a la parte más reservada, allí donde está la presencia de Dios. Las personas normales no tienen acceso a esa parte porque esa presencia del Santo podría poner en peligro sus vidas, sobre todo si no son lo suficientemente puros.
Pero con Jesús las cosas han cambiado radicalmente. Jesús no fue hombre de templo. Más aún, cuando se acercó al Templo de Jerusalén fue para criticarlo. Con Jesús Dios se hace presente en los caminos, en los pueblos, allá donde estaban las personas reales, sobre todo las que más sufrían la enfermedad o la injusticia. Jesús hace presente a Dios en el mundo, lo saca del templo. Con Jesús la presencia de Dios ya no es amenazadora sino una presencia amorosa. Dios es Padre, papá, que cuida de nosotros, sus hijos e hijas, que respeta nuestra libertad, que nos invita a crecer en responsabilidad. Y que pone por delante de nosotros un ideal: lo que el quiere y desea para nosotros, el Reino de justicia y fraternidad.
Ya no hace falta un mediador que nos proteja de un Dios que nos amenaza con el castigo eterno. Jesús se hace alimento para nuestras vidas. En Jesús comulgamos con Dios mismo, con el Padre, y con su proyecto para nosotros: el Reino.
Y así la misa, la Eucaristía, se convierte en el signo mayor de esa nueva comunidad de los hijos e hijas de Dios, donde no se excluye a nadie, donde las puertas están abiertas para todos, porque el amor de Dios es para todos, sin condiciones.
Jesucristo es sacerdote, el definitivo sacerdote, el que reúne a la comunidad de los hijos e hijas de Dios, nos libera del pecado y nos invita a participar con él en la construcción del Reino. Todos a una. Todos amados por Dios.
Fernando Torres, cmf