Comentario al Evangelio del jueves, 10 de agosto de 2023
Juan Carlos Rodriguez, cmf
Querida hermana, querido hermano:
El autor del cuarto Evangelio pone en labios de Jesús una serie de pinceladas que dibujan, en tonos vivos y con unos trazos altamente conmovedores, la significación de su muerte. Estamos al final de su ministerio público.
No son argumentaciones. No son razonamientos… Se trata (en el texto que proclamamos en la liturgia de hoy, fiesta de San Lorenzo) de una imagen parabólica preciosa en la que se condensa lo que en el corazón de Jesús ya anidaba como posible y dramático destino, como intuido desenlace.
“Mi vida -nos dice Jesús con palabras que brotan de sus entrañas- es como un grano de trigo”.
Como un grano de trigo.
La vida es para darla, para entregarla, para regalarla, para sembrarla…
La de Jesús el Señor lo fue enteramente.
Y la tuya y la mía, discípulos y seguidores del Buen Pastor, del Buen Sembrador, del que se desvivió, del que se sembró en el surco (a las afueras, en los márgenes) de la historia.
Si uno no se siembra, queda solo, vacío, estéril, improductivo; nada crea, nada brota, se pierde realmente…
Si uno se siembra, da mucho fruto, se multiplica, se plenifica; engendra más vida, vida abundante, cosecha de humanidad, cosecha de bien; no se pierde realmente…
Vivir en clave de Evangelio, de seguimiento es des-vivirse como Él. Sencillamente. Rotundamente.
¿Ya me lo creo, ya he entrado decidida y definitivamente en esa lógica contra-corriente?
¿Ya siento la gracia que -entrando por las venas y arterias de mi fe- me va inmunizando contra el virus del vivir buscando guardarme, protegerme, moverme razonablemente, conjugando la lógica del tener, retener, acumular…?
Dame, Señor, la gracia de saberme, sentirme y vivirme como “grano de trigo”; de sembrarme hasta desvivirme del todo.
Amén.
Tu hermano.
Juan Carlos, cmf
@juancarlosrodriguez58