Comentario al Evangelio del domingo, 6 de febrero de 2022
Enrique Martínez de la Lama-Noriega
JESÚS ELIGIÓ PESCADORES
La gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la Palabra de Dios. Es significativo el comienzo de esta escena. Jesús comprueba que la «gente» está interesada en la Palabra de Dios, y por eso le buscan. Debía ser un número no pequeño de personas, ya que se agolpan. Reunir a la gente alrededor de la Palabra de Dios y hablarles de ella es el primer paso de Jesús en su todavía solitaria tarea misionera. Y lo mismo harán después sus discípulos, tanto los que han sido sus compañeros, como otros muchos que no lo conocieron en persona, incluido San Pablo. San Lucas subraya que todo comienza por recibir y escuchar juntos la Palabra de Dios. También hoy. Los discípulos de Jesús son/somos los que se reúnen y escuchan juntos la Palabra de Dios… porque sentimos que puede orientar nuestras vidas, darnos consuelo, proponernos retos, sacarnos de lo de siempre hacia un lugar mejor.
UN PEQUEÑO FAVOR
En este escenario, Jesús busca el mejor modo de atender a tanta gente, y agolpados no es el mejor modo. Entonces decide pedir a alguien un pequeño servicio, un favor. Entre todos los pescadores que estaban lavando sus redes, fue Pedro a quien se dirigió Jesús. No le hizo un examen de sus virtudes, sino un examen de disponibilidad. Ya se encargará Él más adelante, cuando acepte seguirle, de ir puliendo lo que sea necesario. La generosidad y disponibilidad de Pedro, que acepta interrumpir sus tareas cotidianas, es la que permitió que Jesús pudiera predicar a gusto su Palabra.
Antes de hacer propuestas mayores, más serias, más importantes, Jesús parece «tantearnos» pidiendo cosas más sencillas. Suponen una incomodidad, un trastorno de nuestros planes, de nuestros horarios, de «lo que tenemos que hacer». Y nuestra respuesta ante su sencilla petición… condiciona lo que pueda venir después. Quizá este primer acercamiento del Señor ocurre cuando nos piden que echemos una mano para la catequesis, o para preparar una celebración, o para atender a alguien que lo necesita, quizá un voluntariado o una experiencia misionera más prolongada, o…
Jesús tiene claro desde el principio, que para su inmensa tarea precisa ayuda. Y empieza buscando personas que le hagan pequeños servicios, pequeñas renuncias, un simple favor… Así es como empieza a «elegirnos». Es su manera discretísima de entrar en comunicación con nosotros, haciéndonos ver la necesidad que tiene de nosotros, para poder atender a tanta gente que le necesita, para poder hablarles al corazón. Empieza pidiéndonos un poco de tiempo, nuestro buen hacer, o alguna de las cosas que tenemos. Sólo si se lo damos, sin mayores resistencias, dedicará luego su tiempo y su poder para conseguirnos cuanto no alcanzamos nosotros solos. En el caso de Pedro, al terminar Jesús su discurso, quiso recompensar su gesto y el tiempo que le había «quitado». Pedro había tenido mala suerte aquella noche: bregando y afanándose con su barca, sin conseguir nada. Le mandó Jesús remar mar adentro (literalmente, «hacia la zona profunda del mar») y ponerse a pescar.
REMA MAR ADENTRO
La invitación de Jesús “rema mar adentro” fue de lo más inoportuno. Era como una vuelta de tuerca más. Con la fatiga de toda una noche, y con la desilusión de no haber conseguido nada, a pesar de ser un pescador experimentado, y cuando sus compañeros se iban retirando a descansar, un desconocido -«carpintero» para más señas-, le dice que lo intente de nuevo, y que vuelva al mar.
Jesús suele acercarse a los hombres proponiendo extrañas exigencias, peticiones aparentemente absurdas o inoportunas. ¿Pero cómo se le ocurre que salgamos a pescar «de día»? ¡Cualquier pescador del mar de Galilea sabe que las horas de pescar son las de la noche! Lo que aquí se nos explica es que Jesús quiere sacarnos de nuestras rutinas, de nuestras experiencias de vacío después de haber peleado tanto sin conseguir apenas nada. Busca personas dispuestas a «moverse» y a meterse al mar, a «mojarse», que no tengan miedo ni pereza para dejar la tranquila orilla donde nunca pasa nada, y desde luego, donde nunca pescaremos nada. Con el lenguaje de la psicología de hoy, podríamos decir que Jesús nos invita a salir de nuestra "zona de confort”, de nuestras cosas conocidas, para descubramos y consigamos otras mejores.
Pedro, que tenía un corazón enorme, debió escuchar con atención aquella predicación de Jesús en el Lago. Y comprendió que «escuchar» no era suficiente. Y decide confiar: «por tu palabra echaré las redes». De nuevo la «Palabra de Jesús» que pide «acción». Esa Palabra que puede parecernos absurda, incómoda, fuera de lugar… cuando la escuchamos en la oración, en la liturgia… Pero «por tu Palabra», porque tú lo dices y lo pides… voy a fiarme. Y llega el éxito por el que tanto nos habíamos fatigado, obtenemos más de lo que hubiéramos imaginado. No sólo unas redes llenas, sino una vida «distinta», que importa mucho más.
El “rema mar adentro” de Jesús a Pedro tiene que convencernos de que, si deseamos ver milagros hoy, si queremos llenar la barca, deberíamos obedecer (literalmente «escuchar la Palabra») como Pedro, tener su misma confianza. Quien se arriesga a vivir y actuar según la palabra de Jesús, podrá presenciar milagros. Puede que no tengamos que dejar de hacer lo que hacemos siempre, pero sí hacerlo de otra manera. Puede que sin abandonar la propia profesión, y usando la misma barca de siempre. O puede que nos llame a algo imprevisto, sorprendente y mucho mejor.
PESCADORES DE HOMBRES
Lo de "pescar hombres" era un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. La llamada de Jesús hará descubrir a Pedro que la felicidad, la plenitud, la «barca» realmente llena no es la que acumula abundantes peces que vender en el mercado… sino «encontrar personas», rescatar del mal/mar a las personas. Son las personas las que tienen que ocupar el centro de nuestra vida y de nuestras tareas. Personas heridas, descartadas, marginadas, necesitadas, enfermas… ¡Hay tantas!
En algunos casos la llamada del Señor será total: a dejarlo todo para estar con ellas y atenderlas. Pero lo de priorizar en nuestra vida diaria y hacer nuestra preocupación principal sean las personas, sobre todo las que sufren, las que están mal… es una llamada para todos.
En tiempos de Sínodo está bien que subrayemos que la llamada de Jesús no es para unos pocos selectos y cualificados (Pedro y sus compañeros no lo eran), sino que la Barca de la Iglesia cumplirá su misión con la participación de todos, organizándonos mejor, poniendo la mirada en el mar (y no en la barca), echando por la borda tanto lastre que se ha ido acumulando, para poder navegar ligeros, llevados por el Viento del Espíritu, y dejando que el Jesús que viaja a bordo nos diga dónde y cuándo hemos de pescar… aunque "siempre" lo hayamos hecho de otra manera.
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen segunda: La Llamada -Jorge Orlando Cocco Santangelo (Museo de Historia de la Iglesia)