Comentario al Evangelio del Domingo, 28-09-2025

Fecha

28 Sep 2025
Finalizdo!

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Queridos hermanos, paz y bien.

Cerezo Barredo Domingo 26 Ordinario CLa semana pasada el profeta Amós hablaba contra los mercaderes injustos. Esos que servían al dinero, antes que al mismo Dios, sin respetar el tiempo que debían dedicar al Señor. Hoy los “criticados” son los que se sienten seguros de sí mismos, creyéndose justos, muy satisfechos de haberse conocido. Los que asociaban riqueza a bendición de Dios.

Porque hubo un tiempo en que Dios aparecía aliado con los ricos: el bienestar, la suerte, la abundancia de bienes eran considerados signos de su bendición. La primera vez que la palabra hebrea “plata” o “dinero” aparece en la Biblia, se refiere a Abrahán: “Abrán poseía muchos rebaños y plata y oro”. “Isaac sembró en aquella tierra y ese año cosecharon un ciento por ciento». Jacob tuvo innumerables propiedades: “bueyes, asnos, rebaños, hombres, siervos y siervas”. El salmista promete al justo: “En tu casa habrá riquezas y abundancia” (Sal 112,3).

La pobreza era una desgracia. Se creía que era resultado de la pereza, la ociosidad y el libertinaje: “Un rato duermes, un rato descansas, un rato cruzas los brazos para dormitar mejor, y te llega la pobreza del vagabundo, la penuria del mendigo» (Prov 24,33-34).

Los profetas, poco a poco, empiezan a avisar de que no cualquier medio es aceptable para hacerse rico. No se pueden olvidar la solidaridad y la justicia nunca. Así que Amós, hoy, carga contra los que se creen salvados porque han acumulado muchos bienes. Porque Dios no quiere que se perpetúe la injusta división entre ricos y pobres.

Amós denuncia la falsa seguridad de las riquezas. Confianza y seguridad en la ciudad de Jerusalén, que les parece inexpugnable, y confianza y seguridad que estimulan la buena vida: comida, perfumes, lujos… No se aleja así el día funesto. Se está preparando la violencia. El castigo será el cautiverio.

Para estar preparados y no caer en la indolencia, Pablo exhorta a Timoteo, en la segunda lectura, a mantenerse firme en la fe y en la doctrina que le he enseñado el Apóstol de los gentiles. Después de haber sido ordenado como pastor de la comunidad, escuchamos todo un catálogo de virtudes, indispensables para ser un buen servidor del Evangelio.

En la época de Pablo y Timoteo, el culto a los emperadores estaba muy extendido. Quizá por eso Pablo hace un alegato en favor de Jesús, el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, capaz de dar la verdadera alegría y la salvación a todos los que le sean fieles. En nuestro tiempo, tan dado a las idolatrías, este recordatorio no nos viene mal.

También advierte Pablo sobre las doctrinas falsas que pueden infiltrarse en la comunidad cristiana. Por este motivo llama a Timoteo a conservar irreprochable y sin mancha el Evangelio que le fue anunciado. Hoy en día hay muchas escuelas que ofrecen métodos para alcanzar la paz espiritual o el nirvana, pero sólo hay un Maestro que nos da la salvación, el Señor Jesús. Las modas que llegan de Oriente pueden, a veces, ayudar a relajarnos, por ejemplo, antes de orar; pero siempre tienen detrás una filosofía incompatible con la mentalidad católica.

Si recordáis, el Evangelio del domingo pasado terminaba con unas palabras de Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Ese Evangelio enlaza con el que acabamos de escuchar. Pero entre medias hay unos versículos que nos ayudan a situar el contexto en el que Jesús habla. El versículo siguiente dice que “oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de Él”. Estos personajes se tienen por justos y se burlan de Jesús. De ahí que Jesús, con esta parábola, responda a sus burlas y les muestre una imagen de Dios muy distinta a la que ellos tienen: la de un Dios que no soporta la indolencia del rico hacia el pobre Lázaro, la de un Dios que está de parte de los pobres.

Decía también Jesús que “lo que hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis”. Y es que si Dios se ha identificado con alguien totalmente es y será con los más pobres y necesitados de nuestro mundo. Como veis, este Evangelio no está tan lejos de nuestra realidad, ni nos ha de parecer tan exagerado, porque el drama del hambre sigue siendo una lacra que arrastramos sin solución, y seguimos rodeados de “lázaros” que, con suerte, comen de las migajas que caen de nuestras mesas. En su mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación, hace 21 años, san Juan Pablo II escribió: “¿Cómo juzgará la historia a una generación que cuenta con todos los medios necesarios para alimentar a la población del planeta y que rechaza el hacerlo por una ceguera fratricida?” No hemos avanzado mucho, parece, en este aspecto.

Y esto no sólo tiene que mover nuestro corazón, sino también nuestra acción y nuestro compromiso. Y la Palabra de Dios sigue siendo el criterio de discernimiento para una auténtica conversión de nuestro corazón y de nuestras actitudes hacia los más pobres. “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, aunque resucite un muerto”.

Muchos comentaristas coinciden en llamar a esta parábola la de los cinco hermanos. El rico se preocupa porque ha sentido en sus carnes lo que significa el infierno. Lo ha dicho este miércoles León XIV: “El infierno, en la concepción bíblica, no es tanto un lugar como una condición existencial. Una condición en la que la vida se debilita y reinan el dolor, la soledad, la culpa y la separación de Dios y de los demás”, comentó el Papa. El hermano que había experimentado en sus carnes el dolor de la ausencia de Dios no quería que sus hermanos cometieran su mismo error, no pensar en los demás. Pero…

Pero ya era tarde, su vida en la tierra había concluido. Quizá esa sea una de las lecciones de hoy, que hay que escuchar a Moisés y a los profetas, y, sobre todo al Profeta máximo, a Jesús de Nazaret, mientras tenemos posibilidades. No sabemos si los hermanos del rico fueron capaces de hacerlo. Pero a nosotros, cada día, se nos da la oportunidad de encontrarnos con la Palabra de Dios, para escucharla, meditarla y hacerla vida. Siempre estamos a tiempo. Antes de que nos visite la muerte, y se decida nuestro futuro para toda la eternidad, a un lado u otro del abismo. La cosa es para pensárselo.

Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

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