Comentario al Evangelio del domingo 2 de Noviembre de 2025
Queridos hermanos, paz y bien.
Este año, la conmemoración de todos los fieles difuntos cae en domingo. Por eso dejamos de lado el Evangelio de Lucas, y nos acercamos al de Mateo. Lo hacemos en el día en que “la santa Madre Iglesia, después de su solicitud para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe solo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna (elog. del Martirologio Romano).” (Calendario Litúrgico-Pastoral de la Conferencia Episcopal Española, Madrid 2024-2025, pág 331)
La primera lectura está tomada del Libro de Job. Podemos leerla como una poderosa declaración de fe y esperanza en un Salvador. Job, a pesar de su sufrimiento extremo y la pena que le rodea, expresa su convicción de que su Salvador vive y que, al final, podrá verlo con sus propios ojos. La esperanza se basa en la certeza de que su Redentor lo librará y reivindicará, incluso después de la muerte, anticipando así la fe en la resurrección y la vida eterna.
El pobre Job desea que sus palabras perduren, que sirvan como expresión de su fe. Sabe que hay un Salvador, que lo rescatará de la muerte y del polvo. Porque hay vida después de la muerte. Y Job se encontrará con su Hacedor, cara a cara, para recibir el premio por las obras realizadas en la vida. De alguna manera, ya anticipa la fe cristiana en la resurrección de Cristo. Job es un modelo de confianza y de saber esperar. En medio de todos sus problemas, sigue siempre seguro de que Dios está con él, y eso le ayuda a seguir adelante.
Se ve que la esperanza no defrauda, como dice el apóstol san Pablo. Tenemos motivos para la esperanza, desde el momento en que Cristo murió por nosotros. Ningún hombre, aunque fuese el más santo estaba en condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos. Y, desde luego, Cristo se sacrificó por mí. Ese es el motivo de mi esperanza.
Las Bienaventuranzas son un elemento central en la reflexión del Día de los Fieles Difuntos, representando las luces que guían al camino de vida sin equivocarse. El Papa Francisco destacó que estas Bienaventuranzas, como la mansedumbre, la pobreza de espíritu, la justicia, la misericordia y la pureza de corazón, son las luces que nos acompañan para no desviarnos en nuestro camino hacia Dios. En su homilía del 2 de noviembre de 2018, el Santo Padre explicó que, entre la memoria del pasado y la esperanza del futuro, se encuentra la dimensión del presente, que es el camino que debemos recorrer, y que este camino se ilumina con las Bienaventuranzas enseñadas por Jesús en el Evangelio. Estas enseñanzas no solo ofrecen orientación moral, sino que también fortalecen la fe y la esperanza en la vida eterna, especialmente en el contexto de la conmemoración de los difuntos.
Cada bienaventuranza nos recuerda que los que el mundo considera afligidos o desfavorecidos, son en realidad bendecidos por la presencia del Reino de los Cielos. Hay que acostumbrarse a ver las cosas con los ojos de Dios.
Estas bienaventuranzas, que hemos escuchado muchas veces, son como el programa que nos puede ayudar a vivir intentando sentir la gracia de Dios en nuestra vida, que ya se manifiesta en quienes reconocen su necesidad espiritual, viven con humildad, buscan la justicia y la paz, y soportan la persecución por causa de la fe. Su propósito principal es revelar el carácter del Reino de Dios y guiar a los discípulos a desarrollar un forma de ser que refleje a Dios.
Las lecturas que podemos elegir este día nos hablan de la muerte como un paso, una puerta de luz y de verdad que tendremos que atravesar. Jesús nos recuerda que somos suyos y que estaremos con él, pasando antes por un juicio en donde su misericordia será su justicia. Ahora nos sentimos peregrinos con la esperanza de la vida eterna, y por eso oramos por todos nuestros difuntos en la comunión de los santos. Todos buscamos ser purificados por su amor, pues para Dios todos estamos vivos. Por los siglos de los siglos.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.

