Comentario al Evangelio del domingo, 2 de julio de 2023
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
ACOGER AL ENVIADO DE DIOS
ES ACOGER A DIOS

Por otra parte, Eliseo era rechazado por buena parte del Pueblo, especialmente por las autoridades políticas y religiosas. O sea: por la gente principal. Suele ocurrir, porque los hombres de Dios suelen cuestionar lo que hay, lo que se hace, lo que se piensa, lo que ha sido tradición -mal entendida- o tradición «interesada» durante mucho tiempo. Intentan poner las cosas en su sitio, y claro, a los que les va bien, no tienen el menor interés en que algo cambie. Estas cosas ocurrían en aquel entonces y ocurren también hoy.
Parece que la sunamita tenía la costumbre de recibir al profeta en su casa e invitarle a comer. En la cultura judía, sentar a alguien a la mesa era un gesto de intimidad, de acogida, de cariño, de ofrecimiento personal. Ella es rica, es decir, tiene su vida resuelta, le va bien, tenía una buena posición y algún prestigio social, y por tanto se las apañaba por sí misma.

En esta sociedad nuestra, y en este cristianismo nuestro de hoy, nos planteamos las cosas de distinta manera que aquella mujer. Por una parte, nos preocupa mucho el qué dirán, y nos condiciona mucho, excesivamente, nuestro propio entorno. Hay que tener mucha personalidad para ser libres y críticos con respecto a lo que piensan «los nuestros».

También Jesús tenía algunos amigos entre la gente principal. Como Lázaro y sus dos hermanas, o Nicodemo, por ejemplo. Pero también se encontró otras "gentes principales" que le rechazaron abiertamente, e incluso fueron contra él. Por eso Jesús les dice a sus discípulos: «El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado». Es decir: quien permite entrar en su «casa», en su vida, en sus proyectos, al hombre de Dios, está recibiendo y acogiendo al mismo Dios.
Los discípulos a quienes habla Jesús no son gente perfecta. Los evangelios nos describen sin pudor su cobardía, su poca capacidad de comprender el mensaje de Jesús, sus rencillas personales, sus intereses poco purificados, y otros fallos. Pero a Jesús no le importó a la hora de elegirlos y enviarlos como misioneros suyos. Lo que les pide solamente es que «convivan con él», «conozcan su mensaje» y «procuren dar su testimonio personal».

San Pablo nos ha invitado hoy a todos los bautizados a una «vida nueva» y a «vivir para Dios». El que antepone sus intereses familiares, sus proyectos personales, sus criterios, sus intereses.., a losde Dios y su Reino.., no es digno de él, ¡pierde su vida sin remedio!
A la luz de este Evangelio siento la necesidad de agradecer a tantas personas a lo largo de mi vida, que me han abierto las puertas de su corazón y han confiado en mí, a pesar de todas mis inmadureces y limitaciones. Realmente ellos han sido instrumentos de Dios para purificarme y hacerme crecer y comprender mejor el Evangelio. Y también recordar y orar por aquellos a quienes he acogido y han acompañado y acompañan hoy mi camino de fe.
Pero que se nos quede hoy en la mente aquella mujer anónima recibiendo a los enviados de Dios, y aprendamos de ella. Hay muchos modos de hacer esta bella tarea. Hasta un vaso de agua fresca tiene importancia. Como también un rato de conversación, un paseo, una llamada, una felicitación, una palabra de ánimo o agradecimiento…
Y también la invitación a acoger a los profetas de Dios en nuestra vida, aunque a veces nos resulten incómodos.
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

