Comentario al Evangelio del domingo 19-10-2025

Fecha

19 Oct 2025
Finalizdo!

Queridos hermanos, paz y bien.

Crerezo Barredo Domingo 29 - CToda la semana anterior las lecturas nos han estado hablando de la oración. Desde el Padre Nuestro hasta la parábola del amigo inoportuno, la Palabra nos recordaba la necesidad de orar siempre, con confianza, sabiendo que Dios se ocupa de nosotros, aunque no responda tal y como nosotros desearíamos, o con la rapidez que nos gustaría.

Parece que hay que orar sin desfallecer. Nos lo dice Jesús. Y nos lo dice la primera lectura, también. Los diferentes pueblos que aparecen en el Antiguo Testamento creían que sus dioses luchaban con ellos, cuando iban al combate adorándolos. Nosotros sabemos que las cosas no son así, pero algo podemos aprender de la primera lectura: si quieres conseguir un resultado que supera tus fuerzas, reza sin descanso.

Porque hay resultados que no se pueden conseguir sin oración. Lo hemos visto en el relato del Éxodo. Los hebreos están luchando contra los odiados amalecitas, y mientras Moisés tiene los brazos en alto, van ganando, pero cuando los baja, comienzan a retroceder. Pasa a menudo. Porque hay enemigos que no nos dejan vivir tranquilos, pasiones que nos pueden llegar a dominar. Si dejamos caer los brazos un momento, los enemigos nos toman la delantera. Y entonces estamos perdidos. Hay que tener los brazos levantados a Dios hasta el atardecer, hasta el final de la vida, sin cansarse.

En la segunda lectura, Pablo sigue instruyendo a Timoteo. Hoy el Apóstol le recuerda los valores que deben estar en el centro de su vida. Lo mismo que en los tiempos de Pablo, a nuestro alrededor todo cambia muy rápidamente, y es difícil encontrar referentes válidos para todos. Frente al relativismo, nosotros, los cristianos, tenemos las Sagradas Escrituras como faro y luz de nuestras vidas.

Frente a las modas cambiantes, que surgen en diversas épocas, la Palabra está inspirada por Dios y, por eso es útil para “enseñar, argüir, para corregir, para educar en la justicia…” Es un verdadero tesoro, que hemos recibido, y que estamos obligados, en conciencia, a compartir con todos. Y, además, “a tiempo y a destiempo”, porque sería egoísta guardarnos tamaño regalo para nosotros solos. Lo que exige también un contacto y un conocimiento de las Escrituras, para poder hablar de ellas.

Decía al principio que las lecturas nos invitan a orar sin desfallecer. No se trata de forzar a Dios, porque las cosas no van así. No podemos obligar al Señor. Surge entonces la pregunta: si rezamos y no obtenemos respuesta, ¿para qué? ¿Por qué Dios no responde siempre e inmediatamente a nuestras súplicas? ¿Por qué debemos orar incluso si no percibimos los resultados de nuestras peticiones? En el mundo que vivimos, donde tanto se premia la prontitud y la eficacia, se nos invita a entrar en otra dinámica totalmente nueva. Tenemos que entrar en el ritmo de Dios.

En la parábola de esta semana encontramos a un juez que, en vez de defender los intereses de los pobres, no teme ni a Dios ni a los hombres y no cumple con su función. Enfrente, una viuda, que busca que se le haga justicia. Sabemos que las viudas eran personas indefensas, prácticamente sin derechos. Y, sin medios para su defensa, sólo le queda insistir a tiempo y a destiempo.

Podemos ver cierto paralelismo entre la situación de la viuda y la que experimentamos en nuestros días. El mal parece triunfar, y Dios no interviene. ¿Qué podemos hacer en esta situación? Orar. Ser “pesados”. Porque la oración es el medio para no perder la cabeza, en medio de la confusión y de las dificultades. Pero no es fácil.

Rezar siempre no consiste sólo en repetir rezos, que ayudan, pero en cuya repetición, a veces, nos distraemos. La oración que quiere Jesús es la que mantenía Él con su Padre, en constante diálogo para conocer su voluntad. Una conversación frecuente, que permite valorar la realidad, los sucesos de la vida con los criterios de Dios. Permite adaptar nuestros pensamientos, proyectos y reacciones a los planes de Dios. Se trata de hacer, como Jesús, una pausa, antes de tomar las decisiones importantes, para preguntar a Dios qué quiere de nosotros.

Así pues, recibimos en este domingo una invitación para toda la comunidad: no reducir solamente la vida cristiana a devociones, a la repetición de ritos y ceremonias religiosas, sino también a dar una mayor importancia, cada día más, al estudio y a la meditación de la sagrada Escritura. Y a tener un contacto frecuente y personal con Dios.

La Palabra, la oración y los sacramentos – momentos especiales de encuentro con Dios – son los medios que Él nos ha dado para mantener un constante diálogo con Él y con el mundo, de una manera muy especial con los más pobres y necesitados. Cuando vivimos estas tres dimensiones: la Palabra, la oración y los sacramentos, Dios nunca quedará arrinconado en la caja fuerte de nuestro corazón para que nadie nos lo quite. Jesús quiere repartirse a todos y para todos, de ahí que nos dejara su Palabra, su vida, su cuerpo que se da por toda la eternidad.

El que de verdad intenta seguir a Cristo debe tener un corazón lo suficientemente grande para que en él quepa toda la humanidad, y una vida lo suficientemente conectada con Dios para que, a través de lo que haga, se abra una ventana al cielo para que las personas descubran a Cristo.

También tenemos que confiar en los plazos de Dios. Cuando rezamos el Padrenuestro decimos «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». No podemos olvidarnos de estas dos dimensiones donde Dios actúa siempre para nuestro bien, aunque en un determinado momento creamos que no es así.

El domingo 19 de octubre la Iglesia celebra el DOMUND, la Jornada Mundial de las Misiones, organizada por Obras Misionales Pontificias (OMP). Es el día en el que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. Se celebra en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre, el “mes de las misiones”. Este año el lema elegido para la celebración de esta Jornada es “Misioneros de esperanza entre los pueblos».

El lema de este año para el “Domund”, viene dado en el mensaje del papa Francisco para este Día. En él, recordaba a cada cristiano, y a la Iglesia como comunidad de bautizados, su vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de esperanza. Esta vocación necesita el apoyo del resto de la Iglesia. ¿Cómo? Hay tres formas de cooperación misionera: personal, espiritual y económica. No se trata sólo de colaborar con la misión, sino de participar en ella. Cada uno, en lo que pueda y como pueda.

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.

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