Comentario al Evangelio del domingo 10-08-2025
Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Queridos hermanos, paz y bien.
Quizá algunos de vosotros hayáis ido a misa los días de diario de esta semana pasada. Si no lo habéis hecho, os lo recomiendo, porque también se puede ir a misa algún día de diario. Está demostrado científicamente que no le hace mal a nadie (si lo permiten las circunstancias personales) y a veces, ayuda a desconectar de las prisas y del estrés. En todo caso, os hago un breve resumen del mensaje de las lecturas de la semana pasada.
Empezábamos bien, con la memoria de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars, con su ejemplo de entrega pastoral. Luego, la memoria litúrgica de la Dedicación de la basílica de Santa María la Mayor, la primera basílica de Occidente construida en honor de María, para celebrar la maternidad divina de la Virgen.
A continuación, la Transfiguración. Jesús se convertía en Cristo, se mostraba en el esplendor de su gloria, y los discípulos estaban muy a gusto, tan a gusto, que no querían volver a su vida ordinaria. Luego llegó la confesión de Pedro: Tu eres el Mesías. Pero muy pronto llegan los problemas. El mismo Pedro le dice a Jesús que no sea tonto, que no venga hablando de muerte y de cruz. Tanto le harta, que Jesús le llama Satanás, pensando como los hombres y no como Dios.
Llegó después las memoria de una santa mártir: Teresa Benedicta de la Cruz, antes Edith Stein, judía conversa, filósofa, cristiana, carmelita, mártir (murió en el campo de concentración de Auschwitz, en la cámara de gas). Siempre buscó la verdad, primero en la filosofía, y luego en el Evangelio y en la vida cristiana. Murió por su fe.
Después vino santo Domingo de Guzmán, fundador de los Dominicos, que gastó su vida defendiendo el mensaje de Cristo contra los herejes del siglo XII. El evangelio de ese día nos habla del poder de convicción de las mujeres; la madre sirofenicia, que pide la curación de su hija, pese a que no es del pueblo de Israel. Jesús al principio se opone, pero por la fe de la mujer, acaba accediendo.
Y hoy, si no fuera domingo, celebraríamos a san Lorenzo, diácono y mártir; otro ejemplo de fe hasta la muerte, y muerte abrasado en una parrilla. Pero él soportó el tormento por su fe.
¿Por qué os he contado esto? Porque creo que en la vida del cristiano hay momentos bonitos, como son las bodas, las celebraciones de la Eucaristía donde nos encontramos con los amigos, las comuniones, los bautizos… En todos esos casos no es difícil ser cristiano. Vivimos nuestra fe, y no nos hacemos preguntas.
Pero llegan los momentos malos: una muerte en la familia, una enfermedad, problemas en las relaciones laborales, familiares o de pareja, un atentado terrorista o una tragedia de la naturaleza, terremoto, huracán, incendios… y entonces, quizá no sea tan fácil ser cristiano. Y es en los malos momentos, donde, como al buen amigo, se debe reconocer al cristiano. Tenemos un montón de luces que pueden iluminar nuestras oscuridades. Teresa Benedicta de la Cruz, Lorenzo, Domingo de Guzmán, son velas encendidas de la vela de Cristo, nuestra principal luz.
La mayoría de nosotros no tendremos que entregar la vida por causa de nuestra fe. Vivimos tiempos de tolerancia, por lo menos en España. Pero sí que tenemos que poner atención cada día, para intentar vivir un poco más y mejor como cristianos. Por eso es importante, muy importante, el mensaje de las lecturas de hoy.
De hecho, san Pablo nos da una definición de la fe (fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve) y nos recuerda lo que Abrahán y Sara, Isaac y Jacob consiguieron por su fe. A pesar de las dificultades, siguieron creyendo en la promesa del Dios de sus antepasados. Estaban preparados para sentir Su presencia, incluso en los peores momentos.
Estar preparado significa tener bien dispuestas las cuentas espirituales. Sabemos que las cuentas corrientes no significan nada para Dios. Lo verdaderamente importante es cómo somos, no lo que tenemos. Y ahí, jóvenes y mayores, laicos y religiosos, podemos elegir. Podemos conformarnos, pararnos en lo que somos, y no ir más allá, o podemos intentar, en el día a día, ser algo mejores. Una sonrisa al saludar a la familia, no gritar en el trabajo, comprensión hacia los demás, pensarlo dos veces antes de enfadarnos, revisar nuestra generosidad y nuestro compartir, ver cómo está nuestra relación con Dios, la frecuencia en la recepción de los sacramentos, sobre todo Eucaristía y Reconciliación…
Pedro, que era un poco así, pregunta a Jesús que si lo que ha dicho lo dice por ellos, por los discípulos, o por todos. Seguro que se quedó algo escamado. Pero Pedro escuchaba a Jesús, aunque muchas veces no le entendiera. Nosotros también hemos escuchado las palabras de Jesús. Podemos pensar que no van con nosotros, o podemos empezar, hoy mismo, a ser más santos. Y ser más santo significa estar más cerca de Dios, y, por lo tanto, ser más felices.
La imagen del castigo severo con que concluye el pasaje refleja la situación histórica de los tiempos de Jesús, cuando era corriente castigar severamente y a veces con crueldad al siervo que no cumplía con su deber. Los responsables del bien común se han desviado, han hecho mal uso de su poder. Hoy sabemos que el Señor no castiga a nadie; por eso la imagen quiere solamente subrayar cuán despreciable es el comportamiento de estos guías de comunidades, de estos líderes que, teniendo todo a su favor, habiendo conocido mejor que los otros la voluntad del Señor, se comportan de manera miserable. Su responsabilidad es mayor.
Nosotros también tenemos una responsabilidad, Sabemos el camino. No hay que hacer grandes cosas. Basta con dar un pasito para empezar. Y los ejemplo de Cristo y de los santos nos iluminan. Y María, la Madre, intercede por nosotros. No nos olvidemos de que no sabemos el día ni la hora. Mañana puede ser tarde. Donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. ¿Dónde está el tuyo? ¿Querremos ponernos en marcha, cambiar algo en nuestra vida, si es necesario?
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.