Comentario al Evangelio del día, miércoles 21 de agosto de 2024.

Fecha

21 Ago 2024
Finalizdo!

Vamos a empezar esta reflexión siendo sinceros con nosotros mismos (que es la sinceridad más complicada y difícil; ya decía santa Teresa de Jesús que “humildad es andar en verdad” [Las Moradas, libro VI, 10.7]). Casi seguro que alguna vez hemos sentido envidia de que otro sea bueno, sea más bueno que nosotros. Incluso hemos pensado que eso de que Dios perdona a todos y todo… pues seguro que no puede ser verdad, porque mira que hay algunos que pecan… El que escribe estas líneas reconoce sin temor que alguna vez si han anidado esos sentimientos en mi corazón.

En la parábola de hoy, se alude precisamente a esa envidia cuando uno de los jornaleros de primera hora, de los que habían trabajado todo el día bajo el sol se queja de que uno de los últimos que han llegado reciba el mismo salario que ellos, los de la primera hora, los que han estado bregando sin parar. ¡No hay derecho! Nos sale del corazón un grito que dice: “Nosotros deberíamos cobrar más que ellos que no han hecho nada más que una horita el final del día.”

Pero hay que ir al texto de la parábola y al Evangelio mismo. En realidad no hay más que un salario. No se mide en dinero. El salario es la posibilidad, la oportunidad, el don, la gracia, la suerte, la buena estrella, la fortuna incomparable, de haber participado y de poder seguir participando en el Reino de Dios. No hay salario mayor que ese. No hay otro premio ni mayor ni menor. Seguir a Jesús es participar en la Vida y abrirnos al amor, la justicia y la fraternidad. ¡Qué gozada participar en el Reino! ¡Qué gozada ser como Dios y poder perdonar como él, ser misericordioso como él, reconciliar como él, ser portadores del amor de Dios para todos los que nos rodean! Eso es vivir y lo demás es cuento y pérdida de tiempo.

Algunos jornaleros de la parábola no lo entendieron así. ¡Qué pena! Lo siento por ellos. Estoy seguro de que a poco que conozcamos a Jesús y le hayamos dejado entrar en nuestro corazón, apreciaremos el don del Reino. Y daremos gracias por ese don inmenso e inmerecido.

Fernando Torres, cmf

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