Comentario al Evangelio del día 30-08-2025
El pobrecillo que enterró el talento
Siempre me ha dado un poco de pena el pobre hombre que enterró el talento, “por seguridad”. Con la mejor intención, lo salvó de pérdidas o robos… Y no lo hizo producir.
Hay tres tipos de pobrecillos que pueden enterrar su único talento.
Uno es alguien con una autoestima tan baja que no se da cuenta de que la gracia que ha recibido puede producir mucho más… Está convencido profundamente de que no tiene nada, o tiene tan poco que no merece la pena ponerlo a trabajar. Hace poco salió un video (no se sabe si real o fabricado, pero con buen mensaje) en que un niño de cinco años decía que un lápiz roto también se puede usar para hacer un bonito dibujo. Pues este pobre del talento no se ha dado cuenta de esto.
Otro tampoco tiene una alta autoestima, pero la cubre con engreimiento. No entierra, sino que presume de lo que tiene y en realidad, no produce nada, porque es puro brillo. es un engreído que no entierra, sino que presume de un talento inútil que puede ser que brille, pero que no produce nada… Es el caso de ciertos personajes cuyo único talento es saber ser un poco protagonista… pero eso no lleva a ningún fruto positivo.
En todo caso, el pobre que ha escondido el talento es un pobre ciego que no ha podido o no ha sabido reconocer que el don, o la falta de tal don, no era suyo. Que no ha sabido agradecer al Señor de todos los dones. Que se ha quedado cojo, tuerto y empobrecido, aunque haya presumido después de salvaguardar el don. Su mayor error no es enterrar el don, sino negar la gracia de Dios. Porque, quien reconoce esa gracia, da fruto. No por sí mismo, sino por el dador de todos los dones, de todos los talentos.
Por eso no sé si estar de acuerdo con el final de la parábola o cambiarlo. Me parece que Dios siempre daría otra oportunidad. Ver la luz, convertirse, y trabajar fuertemente para hacer crecer el don…. Pienso yo que la misericordia de Dios suele ser así… hasta el final. Y si al final la persona se ha enrocado en su pobre ceguera, entonces se le quitará todo.
Cármen Aguinaco