Comentario al Evangelio del día 29-08-2025
La voluntad de Dios es vuestra santidad
Hace poco, el papa León XIV exhortaba a los jóvenes a no conformarse con menos que la santidad. No para ser colocados en una hornacina, ciertamente, sino más bien para seguir una llamada de Dios que no admite negociaciones ni regateos.
Juan Bautista era así: irreductible. Costara lo que costara (y a él le costó la cabeza) proclamaría lo que era verdad. A Herodes le caía bien y podría haberse avenido a lo que quisiera el poder, como hacen, hacemos tantos. Y sin embargo, lo arriesgó todo porque no podía conformarse con menos que la santidad. A veces es necesario perder la cabeza. La santidad heroica que llega al martirio, claro está, no es nada fácil. Pero tampoco es nada fácil esa otra santidad callada, diaria, que aguanta con paciencia los pequeños o grandes defectos del prójimo; la que se sacrifica porque otros vivan mejor; la que defiende la verdad y la justicia; la que mantiene la esperanza y la alegría en medio de la adversidad. No tiene mucho brillo, pero es heroica en su perseverancia, en su terca fidelidad. La santidad de los grandes actos se requiere ocasionalmente; no tanto en nuestro mundo más acomodado, pero sí en los países que sufren persecución y martirio por la fe, como está ocurriendo hoy día en Congo, en Siria y en otros países africanos y del Oriente Medio.
La santidad diaria, la callada y desapercibida, se requiere todos los días y a todas horas. Y pide una decisión constante de cumplir la voluntad de Dios. ¿De dónde vendrá la fuerza para hacerlo? La primera lectura asegura a Jeremías todo lo que necesita saber: «Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando. No temas, no titubees delante de ellos, para que yo no te quebrante.
Mira: hoy te hago ciudad fortificada, columna de hierro y muralla de bronce”.
Y también en la primera lectura correspondiente al viernes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario se dice claramente: la voluntad de Dios es vuestra santidad. O, como se dice en otro lugar: la voluntad de Dios es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Esa luz de la verdad es la que sitúa el listón nada menos que en la santidad.
Cármen Aguinaco