Comentario al Evangelio del día 05-08-2025
La clave está en confiar. Cuando nos movemos con la desconfianza como clave de nuestra vida, todo se nos convierte en una amenaza, todo nos hace sentirnos inseguros. El miedo viene a ser el sentimiento más habitual. El otro es posible que nos tienda la mano para saludarnos pero siempre nos quedará la duda de si, al llegar a nosotros, no la cerrará para darnos un puñetazo. Sin confianza no hay vida ni desarrollo. Cuando nacemos somos totalmente vulnerables y confiamos instintivamente en nuestros padres. Pero cuando esa confianza se rompe y se transforma en desconfianza, es como si las nubes de una tormenta amenazasen continuamente nuestra existencia.
En la iglesia hablamos mucho de la fe en Dios. Pero se nos olvida que la confianza es la actitud radical que nos permite vivir. Nos fiamos de los que nos rodean, sobre todo de los más cercanos. Nos fiamos de la comida que nos dan. Nos fiamos del arquitecto que diseñó el edificio en que vivimos y de los obreros que los construyeron. Nos fiamos de que los otros coches van a respetar las normas de tráfico. Nos fiamos de que el dueño de la tienda nos vende realmente lo que nos ofrece y no nos está defraudando. Nos fiamos del amigo a quien le contamos una confidencia y creemos que no lo va a ir diciendo por ahí. Nos fiamos de que el que dice que nos quiere es que nos quiere de verdad. La fe no se dirige solo a Dios sino que es actitud básica de la vida humana. Casi podríamos decir que sin ella no hay vida posible.
Quizá no seamos capaces de salir de la barca como Pedro y andar unos pasos sobre las aguas. Pero nuestra vida también se construye sobre la fe y la confianza. Y sin ella, no hay posibilidad de vivir ni de experimentar el amor. El Reino se apoya en la confianza mutua y en la confianza en Dios. Porque solo sobre la confianza se puede construir la fraternidad. Eso no hará desaparecer las dudas, como las de Pedro, pero nos ayudará a seguir caminando. Porque nos fiamos de Dios.
Fernando Torres, cmf