Comentario al Evangelio del 9-10-2025

Fecha

09 Oct 2025

Queridos Hermanos

Los antiguos catecismos infantiles tenían un parrafito que parecía orientado a explicar el evangelio de hoy. Se preguntaba al niño si Dios oye siempre nuestras oraciones, y se le ofrecía una respuesta positiva pero con un matiz: Dios nos escucha siempre pero quizá no nos da exactamente lo que hemos pedido, sino que “nos concede lo que es más conveniente para nuestra salvación”.

El evangelista Lucas, después de presentar la oración enseñada por Jesús, parece salir al paso de quienes no estén muy seguros de que Dios los va a escuchar; y, para demostrarles que sí, les ofrece una parábola, la del vecino impertinente, y unas consideraciones sobre el modo de actuar de un padre cariñoso con sus hijos. En medio van las afirmaciones radicales sobre el actuar de Dios: unas frases en pasiva y sin sujeto explícito, con el característico respeto judío al nombre de Dios, que debemos entender como “Dios os dará, Dios os ayudará a encontrar, Dios os abrirá la puerta”.

El modo de hablar de Jesús era a veces sorprendente, de entrada casi escandaloso. Aquí comienza comparando a Dios con un hombre que, ante la petición de un amigo, se muestra remolón, y luego con otros “que son malos”; pero el uno y los otros acaban haciendo el bien. La aplicación se concentra en las palabras “cuánto más”. Dado que Dios no es malo ni remolón, su generosidad superará con creces los ejemplos presentados.

Pero el evangelista tiene una curiosa conclusión: de lo que el orante puede estar seguro es de que Dios desea darle el Espíritu Santo; este es el gran don que conviene pedir a Dios y que Dios, “vuestro Padre del cielo”, está siempre dispuesto a daros.

El catecismo tenía el rasgo de discreción que hemos mencionado: no decía que Dios conceda lo que se le pida, sino lo conveniente a nuestra salvación. La oración no puede ser nunca una manipulación de Dios, ni un intento de imponerle nuestro criterio; el buen orante expone ante Dios su inquietud y seguidamente le deja en libertad para que responda o reaccione como quiera; el buen orante es dócil, disponible y de buen conformar. Por ahí corre un whatsapp en el que se ofrecen unas supuestas respuestas de Dios al orante: “tengo para ti algo mejor”, “para eso que pides todavía no es el momento”… El salmista lo dice en términos certeros: “por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando” (Salmo 5,4).

En especial sintonía con la discreción lucana en cuanto a lo que a Dios podamos pedir encontramos una sabrosa enseñanza de S. Pablo: “nosotros no sabemos orar como conviene; pero el Espíritu viene en nuestra ayuda…” (Rm 8,26). Orar es una actividad nuestra, la más sublime, pero quizá sea en mayor medida un escuchar, y dejarse conducir.

Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf

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