Comentario al Evangelio del 8-11-2025
Vamos a decir la verdad: el dinero no es más que un medio, un instrumento, que sirve para hacer muchas cosas. A veces cosas buenas y a veces cosas malas. Con el dinero dedicado a la investigación se encuentran las vacunas que ayudan a mejorar la vida de las personas. Pero también con el dinero se hacen carros de combate y minas antipersona y fusiles de asalto que sirven para matar.
El dinero tampoco da la felicidad por sí solo. Es más, a veces el dinero rompe amistades y familias. Un ejemplo: cuantas familias se han roto a la hora de repartir la herencia de los padres. Y muchos más ejemplos que se podrían poner. Claro que el dinero también se usa para compartir y dar vida. Con el dinero que reciben como donativos muchas organizaciones se crea vida y se da esperanza a personas que lo han perdido todo. Y, hay que reconocerlo, en nuestro mundo el dinero es necesario para vivir.
Pero conviene que tengamos siempre presente lo que hoy nos dice Jesús: no hagáis del dinero un ídolo porque servirle es perder la vida. Vi hace poco una película en la que el protagonista terminaba confesando que el dinero –sería mejor decir el afán del dinero, la codicia– es como un virus que te infecta y te destroza la vida o como una adicción, como una droga, de la que difícilmente te puedes liberar.
Pero se supone que nosotros no estamos en esa línea. Se supone que los cristianos tenemos claro que lo nuestro es construir el reino, crear fraternidad y trabajar por la justicia teniendo en cuenta sobre todo a los más pobres y marginados. Para eso, el dinero es un instrumento más. Un instrumento necesario. Pero no más que un instrumento. Un instrumento que no nos debe separar de los hermanos sino ayudarnos a crear relaciones, a colaborar en la construcción del Reino. ¡Ojo! Siendo siempre muy conscientes de que la tentación del dinero, de atesorar para nosotros, de llenar nuestra cartera, va a estar siempre ahí, fuera y dentro de la Iglesia.
Fernando Torres, cmf