Comentario al Evangelio del 6º Domingo de Pascua

Fecha

25 May 2025
En curso…

Queridos hermanos, paz y bien.

Cerezo Barredo Domingo 6º de Pascua - CCuando nos fue concedido entrar en la Iglesia, ya Jesús se había despedido. Queda – es verdad – todavía, después de tanto tiempo, el aroma de su presencia, el eco y el rumor de sus palabras, la emoción de sus gestos. Pero, en realidad, Jesús hace tiempo que se ha despedido, que nos ha dicho adiós. No es visible en nuestras iglesias. No podemos escuchar físicamente su voz, ni sentir su cercanía. Todo nos habla de él, pero a Jesús ya no lo vemos, ni lo oímos, ni lo podemos palpar. ¡Se despidió de nosotros!

Mientras estaba en el mundo, si había problemas, los resolvía Jesús. Pero, al marcharse, empiezan las dificultades. Se extiende el Evangelio entre los gentiles y eso hace que haya que afrontar el problema de la relación con la ley de Moisés: ¿sigue vigente la Torá, con todas sus prescripciones rituales, después de Cristo? Como no está Jesús con ellos, la Iglesia tiene la necesidad de hacer frente a esta y a otras cuestiones fundamentales para su misma vida y para su misión.

Para los cristianos la circuncisión ya no es ni será importante. Ya no es necesario hacer ritos externos alejados de la justicia y del amor misericordioso de Dios. En el cristianismo hombres y mujeres somos iguales, y en el Bautismo adquirimos todos la dignidad de hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Es necesario realizar una «circuncisión del corazón» (cf. Dt 10,16) para que todos logremos purificarnos del egoísmo, del odio, de la mentira y de todo aquello que nos degenera.

Es importante la frase que contiene la resolución final: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…” Como han repetido los Cardenales antes del reciente Cónclave, el papel fundamental como guía de la comunidad lo juega el Espíritu Santo. Los contrastes y tensiones se superan con un diálogo abierto, sincero, donde todos pueden exponer sus razones y contrastarlas con las de los demás, con una escucha humilde de ese Espíritu que dirige a la Iglesia.

En una cuestión tan complicada como ésta, quizás pueda ayudar una norma muy sencilla: el bautizado tiene que dejar todo lo que es claramente opuesto al Evangelio (la venganza, la poligamia, el adulterio, el aborto…). Lo que, por el contrario, es conforme o es indiferente al Evangelio puede ser mantenido, aunque personas de otra cultura lo consideren ilógico o irracional. Finalmente, hay que estar muy atentos a no juzgar como anti-evangélico lo que resulta poco comprensible para la propia cultura. Y, sobre todo, debe prevalecer la fe en el Espíritu, guía vivo y último de la Iglesia.

Decía al principio que Jesús se ha ido, pero eso no significa que el creyente esté sólo; no es un huérfano. Dios no es Alguien lejano, sino que está muy cerca, somo santuario y morada e Dios. No es posible vivir como si todo fuera como antes. Desde Jesús todo ha cambiado. Aunque todavía nos cuesta entender esta novedad.

Pero es que, además, la muerte de Jesús ha sido ocasión para ser llenados por la presencia viva del Espíritu, quien vive en nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en verdad. Por eso, el creyente vive animado por ese Espíritu que hace nacer una tierra y una vida nuevas. Nos ayuda a vivir con esta convicción.

¡Quién sabe si la presencia del Espíritu forma parte o no de nuestro estilo de creyente! Posiblemente, el mejor regalo de Jesús, que es el Espíritu, sea el “Gran Desconocido” en la espiritualidad cristiana. ¡Qué pena! ¡Nos hemos olvidado del gran regalo de Jesús! No lo invocamos tan a menudo como debiéramos.

Pero sin ese Espíritu, estamos abocados al fracaso, achicados y encerrados en nuestros “castillos” de seguridad, pero perdiendo nuestra actitud de testigos “locos”, porque nos sentimos empujados por esa fuerza. De ahí que en momentos de crisis y de dificultad, nuestra tentación es aferrarnos a normas, a “defensas de la verdad” a toda costa y así aguantar el temporal. La consecuencia: perder prácticamente la novedad del Espíritu, de Jesús mismo.

Sin embargo, Jesús nos alienta: con la paz viene la calma y el valor para afrontar las dificultades. Que vivamos cada día en la esperanza de su venida y que su paz llene nuestros corazones y disipe todo miedo y ansiedad. Amén.

Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

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