Comentario al Evangelio del 5-12-2025

Fecha

05 Dic 2025

Queridos hermanos:

Era una de las esperanzas más repetidas en Israel (Is 29,19): en los días mesiánicos verían los ciegos. Jesús participaba de esa misma esperanza, y cuando unos discípulos del bautista le pregunten si han llegado ya los tiempos deseados, si es él realmente el mesías, remite inmediatamente a la curación de ceguera (Mt 11,5). La profecía de Isaías era así de clara: “sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos”.

Mateo concede en su evangelio un relieve especial a este signo del poder de Jesús; anticipándose a las curaciones marquinas del ciego de Betsaida y el de Jericó (cf. Mc 8,22ss; 10,46ss), nos ofrece esta curación de dos ciegos; la presenta como un cuadro sin marco: no tienen nombres, no se menciona el lugar… Más bien parece ser un relato de valor simbólico, quizá mera repetición-anticipación en abstracto de la curación de los dos ciegos que Jesús realizará al salir de Jericó hacia Jerusalén (Mt 20,29ss), texto en que Mateo magnifica el suceso: según Mc era un solo ciego, según Mt son dos.

Al evangelista le interesa mostrar cuanto antes que Jesús proporciona vista, para que los discípulos puedan percibir a quién siguen realmente. El milagro está narrado al lado de la cicatrización de la hemorroisa, la revivificación de la hija de Jairo, la curación de un sordomudo… Por eso el evangelista puede comentar, citando a Isaías 53,4, que el mesías “cargó con nuestras dolencias y llevó nuestras enfermedades” (Mt 8,17).

Un elemento llamativo de la narración, que no se encuentra en el lugar paralelo de los ciegos de Jericó, es la prohibición severa de dar publicidad a lo sucedido. Pero tal prohibición (que los estudiosos llaman “secreto mesiánico”) no es exclusiva de este milagro; también al leproso curado (Mt 8,4) se le prohíbe que cuente a nadie su curación. Al parecer, hablar del poder de Jesús cuando aún no está presente la perspectiva de su muerte en la máxima humillación podría desfigurar la auténtica imagen del mesías, que sería el mero triunfador, el admirado por sus éxitos, pero no el que entrega la vida. En cambio, cuando salen de Jericó hacia Jerusalén, ya está a la vista el lugar del rechazo, condena y patíbulo. Los ciegos curados ven ahora en profundidad y “le siguen”, se ponen en camino con Jesús y adoptan su estilo.

Nuestro pasaje evangélico termina diciendo que los ciegos curados, contra la prohibición de Jesús, se pusieron a divulgar por toda aquella región lo sucedido. Se anticipa lo que dirán los apóstoles ante sanedrín amenazante: “lo que hemos visto y oído no podemos menos de contarlo” (Hch 4,20); el evangelista enseña que quien ha sido tocado por el poder de Jesús siente la necesidad imperiosa de ser su testigo y mensajero.

Jesús exigirá a los curados el buen uso de la vista recuperada; deberán tener la mirada penetrante de fe y reflexión. En Mt 16,9s reprocha a los apóstoles: “¿todavía no entendéis, no caéis en la cuenta…?”; en Mc 8,18 se dice con más dureza: “¿Teniendo ojos no veis y teniendo orejas no oís?”. Sobre todo zaherirá la ceguera culpable de los endurecidos en su increencia: “Si fuerais ciegos no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste” (Jn 9,41). Preciosa confesión la del doctor de la Iglesia S. Henri Newman: “nunca he pecado contra la luz”.

Vuestro hermano
Severiano Blanco  cmf

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