Comentario al Evangelio del 29-12-2025
Signo de contradicción
En plenas celebraciones de Navidad, comidas y fiestas, las lecturas de hoy son como una sacudida. ¿Por qué sacar a la gente del calorcito de la Navidad, los turrones, los cantos y la familia feliz con duras advertencias y anuncios de dolor? Quizá para recordarnos que lo que se acaba de celebrar hace apenas cuatro días, y de hecho, lo que se celebra en toda la semana de la Octava, no es solo, ni siquiera principalmente, ternura y brillo. Un bebé siempre llena de alegría, pero al mirar la escena bien nos damos cuenta de la paradoja: un bebé que nace en circunstancias bastante complicadas y pobres; un poco más adentro: un Dios que deja su trono y su gloria para que le canten unos seres, en aquel tiempo despreciables, que son los humildes pastores. ¡Pero también los ángeles! El Dios que conoce todo el arco de alegría y gozo humano y se sumerge en él.
Y en este contexto, los mensajes de hoy son de advertencia y anuncio: reconocer al Dios de la Noche de Paz significa seguirlo. Un seguimiento que significa a veces adherirse a unas maneras de obrar que están en contra de lo que indicaría el mundo; sacrificio frente a comodidad, generosidad frente a egoísmo; servicio frente a dominio; verdad frente a corrupción; desprendimiento frente a la tentación de trepar; justicia frente a injusticia… Si no va a ser así, la vida, aunque se diga cristiana, va a ser mentira. Seguirlo significa, como expresa Simeón, reconocer la salvación y también la contradicción. Vivir en una constante fiesta de gloria y alabanza y en una dura aceptación de la espada de dolor que implica el reconocer todo el misterio de vida en el mundo, cruz y resurrección. Es reconocer que no hay vida sin dolor de parto. Que no hay vida eterna sin Pasión y Cruz. Abrazar la espada de dolor, como María, implica la aceptación de una vida humana que sabe que es necesario ser traspasado por el asta de la cruz; por el dolor, el temor y la angustia, con la profunda convicción de que la Vida y la salvación son mucho más fuertes. Del otro lado siempre está la vida.
Cármen Aguinaco

