Comentario al Evangelio del 17-12-2025

Fecha

17 Dic 2025

En muchos libros de memorias o autobiografías por lo general el autor se refiere con cierta  extensión a sus padres o a un ámbito familiar más o menos amplio. A veces hasta escribe relatos de cuatro generaciones atrás. Es difícil hablar de uno mismo sin esas referencias que dan sentido, nos conectan con una identidad compartida, unas raíces y una cultura que nos hacen parte de una historia común. La historia familiar ayuda a entender por qué ciertos patrones de conducta, valores o actitudes son parte fundamental de lo que uno es.

Casi a las puertas de la celebración de la Navidad, la lectura del Evangelio de Mateo ofrece la lista de antepasados de Jesús comenzando por Abraham. No es una lista aburrida. En el tiempo de Jesús estas listas, escritas o recitadas significaban mucho para las familias y para el orden social. Tenían valor legal (trasmisión de patrimonio, validez de los  vínculos, conexión con los origenes de la estirpe, antepasados ilustres). Esos nombres de algún modo certifican que en Jesús se cumplen las profecías mesiánicas de la Sagrada Escritura: Él es el prometido al pueblo elegido, el descendiente del rey David de la tribu de Judá, el Mesías anunciado y descrito por los profetas, el cumplimiento del plan de Redención de Dios.

Un plan que no es exclusivo para los israelitas sino que está abierto a todos los pueblos y además significativamente Mateo lo resalta mediante el nombre de algunas mujeres (algo muy poco frecuente porque los derechos se trasmitían de padre a hijo primogénito sin nombrar a la madre). Ellas son, sin embargo protagonistas de algunas historias de las Escrituras. Como los varones, no todas son ejemplares… Y, al final, en un sorprendente giro estilístico, María. José es descendiente de David pero tras su nombre Mateo no escribe el repetido “engendró” sólo le aplica el valor legal de padre. La fórmula es: “José, el esposo de María de la cual Nació Jesús el llamado Cristo”.

Cada uno de los que creemos en Jesucristo pertenecemos a esa genealogía, somos pueblo de reyes, hijos en el Hijo. Y a cada ser humano se le ofrece el acceso de manera que todos pueden formar parte del puebo de Dios. Somos hijos, y si hijos, herederos con Cristo, dirá el judío Pablo. La lectura de hoy es una hermosa ocasión de acción de gracias, de alabanza y de alegría porque somos hijos de Dios. Dios hecho carne por amor a toda la humanidad.

Virginia Fernández

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