Comentario al Evangelio del 10-12-2025

Fecha

10 Dic 2025

De  pequeño me enseñaron los mandamientos de ley de Dios, los mandamientos de la Iglesia y muchas otras normas morales, en las que, parece que inevitablemente, se amenazaba con el pecado mortal y la consecuente condenación eterna en caso de no cumplirlas. Y había muchas, muchísimas, posibilidades de cometer un pecado mortal. Casi sin darse uno cuenta se podían cometer muchos pecados. Por eso, la confesión se convertía en un problema. Había que confesar todos y cada uno de los pecados, con detalle. Por eso, aquella coletilla de “y de todos los pecados de los que no me acuerdo y los de mi vida pasada” que decían muchos al terminar la enumeración de los pecados. Era como una especie de asegurarse de que uno cumplía bien con el mandamiento de confesarse. Conclusión: ser cristiano, seguir a Jesús, se había convertido en un yugo pesado, un montón de obligaciones, normas, leyes, regulaciones. Siempre con la amenaza de la condenación eterna en caso de no cumplirlas todas. Aquello no era un alivio para las personas sino lo contrario: una angustia.

La verdad es que todo eso tenía, tiene, poca relación con el Evangelio. Podemos leer con tranquilidad el texto evangélico de hoy. Pero con las mismas podemos leer con tranquilidad cada uno de los cuatro evangelios. Y veremos como lo que decíamos en el párrafo anterior, y lo que ha sido la Iglesia para muchos durante mucho tiempo, tiene poco que ver con Jesús.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Jesús es descanso para el oprimido no fuente de opresión. Es creador de paz y serenidad no un peso inaguantable que termina llenando los corazones de angustia. Su yugo es llevadero y su carga ligera. No amenaza con la condenación eterna sino que invita a seguirle, a unirnos a él en la construcción de un mundo mejor, más justo, más hermano. El pecado no está en faltar un domingo a misa sino en despreciar al hermano. Pero incluso para el pecador, y nosotros estamos todos en ese grupo, el mensaje es de misericordia, de esperanza, de animarnos a levantarnos de nuevo e intentarlo otra vez. En Jesús no encontramos condena sino alivio y descanso.

Fernando Torres, cmf

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