Comentario al Evangelio de la Solemnidad de la Ascensión

Fecha

01 Jun 2025
Finalizdo!

Vosotros sois testigos de esto.

Queridos hermanos, paz y bien.

Cererzo Barredo - AscensiónLlegamos a un momento importante del camino de la Pascua. Es el final de la presencia terrena de Cristo, después de su resurrección. El comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles se complementa con el final del Evangelio de Lucas. De los cuatro Evangelios canónicos, sólo el de Lucas nos narra este episodio. Y, como siempre, los evangelistas no hacen nada sin intención.

Para los primeros cristianos fue difícil entender por qué Jesús, siendo como era el Mesías, no restauró el reino de Israel inmediatamente. Se ve que, con el paso de los años, la esperanza se iba apagando, debido a la tardanza en ver esa restauración. El evangelista introduce una conversación entre los Apóstoles y el Maestro.  En ese diálogo, encaja la pregunta que los primeros creyentes querrían haber hecho al Señor: “¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”

La respuesta de Jesús nos puede dar también a nosotros alguna pista sobre cómo vivir el momento presente. Con muy buenas palabras, les dice que no es lo más importante cuándo tendrá esa instauración definitiva del Reino de Dios – sólo Dios lo sabe – sino ser capaces de vivir cada instante con toda la intensidad que podamos. De ahí la indicación de los dos ángeles de que dejen de mirar al cielo, de que vuelvan a Jerusalén y continúen con sus vidas.

Es un consejo que nos puede ser muy útil a todos. Porque a veces podemos tener la tentación de esperar a que cambien las cosas, para hacer algo. “Cuando sea mayor… Cuando me cambie a otra comunidad religiosa… Cuando me case… Cuando acabe la carrera… Cuando me jubile…” Esa tentación es muy peligrosa, porque nos justifica para no cambiar nada y dejar las cosas como están, para ver cómo quedan. Y seguimos mirando al cielo, a esperar que de allí nos caigan las soluciones.

No es eso lo que quiere Dios de nosotros. Para el cristiano, cualquier lugar y cualquier tiempo es el que ha querido Dios para cada uno. En otras palabras, el que tenemos que aprovechar. El “escapismo” o el “futurismo” significa no implicarse demasiado, esperando siempre al mañana.

Si queremos ser testigos de esto, como nos pide Jesús en el Evangelio, hay que empezar ya a dar testimonio. Y recordando siempre la promesa que nos lleva acompañando ya algún tiempo: la venida del Espíritu Santo. Esa fuerza que viene de lo alto es la que nos permite afrontar con confianza el futuro. Puede ser que sintamos que no somos capaces, que la tarea es muy grande. Seguramente lo mismo pensaron los Discípulos. Todo cambió cuando llego el Espíritu Santo. Gracias a Él la cobardía se volvió valor y la molicie se convirtió en diligencia.

Quizá por esa promesa los Apóstoles se volvieron a Jerusalén con alegría. La tristeza de la separación con el Maestro quedó compensada por la bendición recibida; una espera confiada en la llegada del Consolador. Sintiéndose benditos, es decir, o sea, sintiéndose dichosos y felices, se ponen manos a la obra, para llevar a todos los confines de la Tierra la Buena Nueva. Y lo hicieron bien. Tan bien, que por todo el mundo podemos encontrar creyentes, miembros de comunidades que continúan la tarea de los primeros Apóstoles.

Nosotros también somos miembros de esa Iglesia de la que habla san Pablo. Esa Iglesia que tiene como cabeza a Cristo, el Único Sacerdote, que se sacrificó para abrirnos el ingreso a la casa del Padre. El aviso final al discípulo, que ahora tiene el corazón purificado por la sangre y el cuerpo lavado por el agua del Bautismo, es a ser fiel, a no vacilar en la profesión de esta esperanza

Es posible que, al pensar en la Ascensión de Jesús, empecemos a sentir nostalgia en nuestro corazón. Es un momento de transición y esperanza. Al igual que los apóstoles aquel día, miramos al cielo y anhelamos estar con Cristo. Continuamos con nuestra vida cotidiana, llevando en nuestro corazón esta nostalgia por la eternidad, sabiendo que solo Dios puede llenar nuestra vida de felicidad auténtica y duradera.

Con palabras de San Pablo VI, tal día como hoy, en 1976: «La Ascensión de Cristo al cielo ilumina, guía y sostiene nuestro camino en la tierra». La Ascensión es una fiesta hermosa, llena de alegría, pero teñida de una ligera tristeza, que nos recuerda que aún nos queda mucho trabajo por hacer en esta tierra hasta que Dios nos llame a su hogar para estar con su Hijo por los siglos de los siglos.

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.

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