
III Sábado de Adviento
San José, el esposo de María, nos da ejemplo en su abandono. Confiado en las palabras del Ángel, acepta permanecer junto a su esposa más allá de la duda, del miedo, del juicio o del prejuicio…
San José, el esposo de María, nos da ejemplo en su abandono. Confiado en las palabras del Ángel, acepta permanecer junto a su esposa más allá de la duda, del miedo, del juicio o del prejuicio…
Dios no fue víctima del error humano, no pereció en una posible reacción airada; la fuerza de su amor rehizo el universo, y recreó el jardín primero con toda clase de árboles, bellos de ver y apreciados por sus frutos.
Hoy muchos seres humanos sólo esperan tener un buen coche, un empleo bien remunerado, viajes, objetos, posición. Por eso, su esperanza no acaba de motivarlos en profundidad, viven con un horizonte ridículo. “Todas mis esperanzas están en mí ”.
Mil y una vidas se resquebrajan cada día con microfisuras que no parecen poder pegarse ni con Super-Glue. Y así, la ilusión que otrora fue motor del ánimo, parece quedarse atascada, inválida, desvencijada… como sin pilas.
Señor, el que amas está enfermo, y tú vas a curarlo porque eres el médico y la medicina de Dios. Por eso te damos gracias. Sólo tú posees el secreto de la salud y de la vida.