
Doce Apóstoles
El número doce es el número más conocido en relación con los Apóstoles y testigos de la resurrección de Jesús, aunque en algunos relatos, por lo acontecido con Judas, se prefiere citar el número once.
El número doce es el número más conocido en relación con los Apóstoles y testigos de la resurrección de Jesús, aunque en algunos relatos, por lo acontecido con Judas, se prefiere citar el número once.
Es conocido el simbolismo de número siete como medida perfecta en diversos cánones arquitectónicos, pictóricos y filosóficos. un número remecido de significado. La creación se desarrolla en siete días; siete veces al día ora el salmista, siete semanas dura el tiempo de Pascua.
En las Escrituras es frecuente encontrar la reiteración de una palabra, cuando se hace por tres veces adquiere el significado de seguridad, certeza, voluntad consciente.
En los relatos evangélicos de las escenas de Pascua, con frecuencia aparecen cifras, números, referencias simbólicas en clave cabalística o jurídica. Es el caso del número dos.
Al referir el modo de vida de los primeros cristianos, se ha podido mitificar la paz, la convivencia, la armonía en la que se relacionaban, y desde esa referencia sentir cierta desafección actual por la Iglesia.
Entre los testigos de Pascua, destaca el discípulo amado, el primero que creyó en la resurrección, él que reconoció al Señor a la orilla del Lago de Tiberiades.
Pocas veces un hecho relacionado con la vida de Jesús es avalado por los cuatro Evangelios, ni siquiera la Cena Pascual es descrita por todos, sin embargo, los cuatro evangelistas dan cuenta de la presencia de María Magdalena
A la luz de las escenas de Pascua, se comprende que aquel primer día de la semana, Jesús no se quedó en el seno de su Padre, gozando de la intimidad entrañable, amorosa que tanto anhelaba, mientras caminaba por Galilea, Judea y Samaría.
Podría parecer una contradicción que en Pascua, fiesta de la luz, del día sin ocaso, del dominio de la vida sobre la muerte, de Cristo resucitado, evoquemos la noche como icono pascual.
Es una hora señalada en los relatos de Pascua, es la hora en la que se huyen las sombras, la silueta se alarga, la tierra emite la luz recibida. Es la hora de la brisa, cuando Dios bajaba a pasear y a dialogar con Adán y Eva.
Los orantes, a esta hora interrumpen sus tareas, dan tregua a la fatiga, rezan con los salmos, se unen a toda la Iglesia en oración y reconocen al Señor, dueño del tiempo y de la historia.
El que cree no vive hora vacía, huérfana de la presencia divina, pero a su vez sabe apoyarse en la sacramentalidad que le ofrece cada hora en referencia a la vida de Jesús, el Maestro.
Podría parecer una contradicción que en Pascua, fiesta de la luz, del día sin ocaso, del dominio de la vida sobre la muerte, de Cristo resucitado, evoquemos la noche como icono pascual.
En los relatos pascuales, una hora privilegiada es el amanecer, Muchos cristianos a esta hora rezan los Laudes, oración de la mañana, y con toda la Iglesia hacen especial memoria de dos momentos principales de la Historia de Salvación, la creación y la resurrección.
Para que algo pueda ser demostrado como verdadero debe contar con la declaración de, al menos, dos testigos. Si recordamos los pasajes evangélicos que dan noticia de la resurrección de Jesús, comprobamos que en muchos de ellos aparecen dos o más testigos.
Hay textos bíblicos que no es necesario explicar, pues con tan sólo escuchar el propio interior, su impacto es suficiente para sentir cómo la Palabra de Dios llega hasta las entrañas.
Consideramos el hecho de comer o de cenar, que celebraron los discípulos con Jesús resucitado en tantas ocasiones, como alusión al sentido del gusto, experiencia que les valió a los Apóstoles para después acreditar que Cristo había resucitado.
Los aromas son algo aparentemente superfluo, pero manifiestan la gratuidad, el amor más generoso. Jesús defendió a la mujer que lo ungió con perfumes.
Manos que palparon, y que abrazaron. Manos que mostraron los trofeos de la Pasión. Memoria del gesto más emblemático, la fracción del pan.
Deseo ofreceros, mi reflexión acerca de los sentidos. Sorprende cómo, al tener presentes las diferentes narraciones de las apariciones de Jesús, se descubre la importancia que dan los Evangelios a la implicación de los sentidos.