Liturgia Viva del Día VI dentro de la Octava de Navidad

ABIERTOS AL MISTERIO DE DIOS
(1 Jn 2,12-17; Lk 2,36-40)

Introducción
            Dar gracias a Dios por la liberación que él nos trae en y por medio de su Hijo Jesús es el corazón de cada celebración eucarística. Aquí decimos: “Demos gracias al Señor, nuestro Dios”.  Con la profetisa y anciana Ana, expresemos nuestra gratitud al Señor nuestro Dios por nuestra liberación, y alabémosle de todo corazón.
Con demasiada facilidad, como dice San Juan en la  Primera Lectura, perdemos nuestro corazón entregándolo al mundo; seguimos sus maneras mundanas de pensar y de obrar. Pidamos al Señor que nos perdone.

Oración Colecta
Oh Dios, Padre todopoderoso:
Tú inspiras a gente humilde y fiel
a reconocer a tu Hijo
y a acogerlo como el Salvador
que trajo libertad y vida a su pueblo.
Que nosotros también reconozcamos y acojamos a Jesús
en todo lo que es pequeño y humilde
y, con él y como él,  crezcamos en sabiduría y gracia
hasta la madurez que tú sueñas para tus hijos e hijas,
de modo que alcancemos  la estatura plena de Jesús.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.

Intenciones
  1. Por los padres y madres, para que den a sus hijos la sana libertad para que sean y se realicen ellos mismos,  y para que crezcan como cristianos maduros y responsables, roguemos al Señor.
  2. Por los jóvenes, para que lleguen a amar profundamente a Cristo y para que la visión y el evangelio del mismo Jesús  echen profundas raíces y crezcan fuertes y robustos en ellos, roguemos al Señor.
  3. Por los niños chiquitos, para que lleguen a descubrir y a amar a Dios a través de su experiencia del amor de sus padres, roguemos al Señor.
  4. Por todos nosotros, hijos e hijas de Dios, para que sepamos buscar su voluntad en todo lo que hacemos y formar comunidades en las que nos preocupemos, con amor y solidaridad, los unos por los otros, roguemos al Señor.

Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Por medio del alimento y bebida de la eucaristía
--cuerpo y la sangre de tu Hijo--,
calma nuestra hambre y sacia nuestra sed
de todo lo que es bueno a tus ojos.
En este ofertorio, nos ofrecemos a nosotros mismos
juntamente con tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Aquí en la eucaristía
tu Hijo Jesús nos ha ofrecido su victoria y liberación
para vencer el mal en este mundo,
en nosotros y en nuestro alrededor.
Disponnos para recibir siempre con gratitud
la vida y la luz de Jesús
y para seguir sus huellas,
porque él es nuestro Señor
por los siglos de los siglos.

Bendición
Los ancianos,  Ana lo mismo que Simeón,  mujeres lo mismo que hombres, con frecuencia perciben los misterios de Dios con una perspicacia que avergüenza a los teólogos y poseedores de títulos académicos. Eso lo aprenden por medio de la oración y de la reflexión.
Que el Señor bendiga a estos sabios ancianos.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y permanezca para siempre.